Publishers Weekly en Viñetas: Especial Planeta Cómic

Cuando una editorial como Planeta Cómic cuenta con un catálogo tan diverso y heterogéneo resulta muy fácil acometer la escritura de un especial como el presente. Las referencias de las que aquí se va a hablar pertenecen a géneros de lo más variado, desde las tiras de prensa hasta la fantasía heroica pasando por la ciencia ficción o el cómic de superhéroes más pop que se puede encontrar en el mercado. El aficionado, afortunadamente, tiene donde elegir.

Empezamos con una de las series más divertidas e interesantes que han salido de Image, Chew de John Layman y Rob Guillory, cabecera que se prolongó a lo largo de sesenta entregas (amén de algún que otro especial) y que desde Planeta han tenido a bien recopilar en tres majestuosos integrales. Una decisión de este tipo, y más en nuestro país, solo se puede interpretar como algo excepcional ya que no suele ocurrir que se les concedan segundas oportunidades a colecciones a menos que estemos ante un material de gran calidad. Evidentemente, Chew, pertenece a este selecto grupo.

Corría el año 2009 cuando las aventuras del agente de policía Tony Chu echaban a andar y, desde ese preciso instante, su ascenso en las listas de lo más recomendado no pararía. Nos vamos a ir hasta un mundo alternativo en el que la gripe aviar ha causado bastantes estragos entre la población, tanto, que actualmente está prohibido comer cualquier tipo de ave en los Estados Unidos. La FDA, la agencia de control de alimentos y medicamentos, se encarga de vigilar toda acción sospechosa relativa al tráfico de carne de ave. Chu los ayudará en algunas misiones, su condición de cibópata (cada vez que ingiere algo, en su cabeza aparece todo el proceso por el que pasó dicho alimento) resulta de lo más útil en este tipo de situaciones.

Si a esto añadimos un elenco de personajes de lo más atractivo, el espectáculo está más que completo. No le hace falta mucho más a Layman para crear un universo delirante, donde las situaciones más locas se suceden una detrás de otra y, siempre, dando como resultado momentos inolvidables que nos arrancarán más de una carcajada. Han pasado ya casi quince años desde que estos tebeos fueron publicados por primera vez y su lectura no se ha resentido ni un ápice, siendo tan fresca y divertida como el primer día. Teniendo en cuenta que mucho de la serie se apoya en el humor, el que conozcamos el chascarrillo de turno no va a restar entretenimiento alguno.

Otra de las claves del éxito cosechado por Chew es la sensación que sobrevuela en todo momento de que puede pasar cualquier cosa. Si la premisa de partida es completamente loca, a medida que avanza la serie, los creadores parecen tener en mente superarse a cada número. Vayan preparándose para recibir conceptos que crecen en extrañeza y absurdez. Una decisión que pone a Layman y Guillory en el alambre continuamente ya que el riesgo de rizar el rizo una y otra vez puede que los hiciera derrapar por exceso de atrevimiento. Nada que temer, la extravagancia de muchos de los pasajes se suele saldar, tal y como hemos comentado un poco más arriba, con una sonora carcajada por parte del lector.

Tanto guionista como dibujante se muestran completamente compenetrados el uno con el otro, algo que se nota en el resultado final y en la cantidad de detalles fuera de la acción principal que vamos a poder encontrar en cada página. Los conocidos huevos de pascua se van a suceder en forma de carteles, libros o noticias en periódicos, todo funciona a la perfección a la hora de hacer una broma que ayude a mantener esa atmósfera jocosa marca de la casa. Si ingeniosos son los guiones de Layman, las ilustraciones del dibujante de Luisiana no se quedan atrás, su hiperbólico estilo es el complemento perfecto a una historia inconmensurable, un must have en toda regla, un clásico moderno que no debería faltar en ninguna comicteca que se precie.

Chew Integral Volumen 1, 2, 3
John Layman y Rob Guillory. Planeta Cómic. 50,00 € c/u (576p./576p./640p.)
ISBN: 9788413421100 / 9788413421117 / 9788413421124

Cambiamos completamente de tercio y nos adentramos en terreno bárbaro, concretamente en las reinterpretaciones que autores europeos están realizando de algunos de los relatos más conocidos de cierto cimmerio aventurero. Planeta parece dispuesta a recuperar el tiempo perdido y se ha impuesto una cadencia bimestral de estos volúmenes, satisfaciendo a todos los seguidores del personaje que demandaban con insistencia la publicación de este material. La última referencia que ha visto la luz es Conan: La hija del gigante helado, cuarta entrega de la serie y, posiblemente, la que mejor sabor de boca ha dejado hasta el momento.

Con esto no queremos decir que lo que hemos visto anteriormente no estuviera a la altura pero, el trabajo realizado por Robin Recht como autor completo, es sencillamente perfecto en todos los sentidos. Lo hace, además, huyendo de cualquier maniobra extraña que pudiera comprometer la fidelidad al relato original. Jugando a lo seguro, calca la historia pergeñada por Robert E. Howard y lo único en lo que parece querer aportar algo nuevo es a la hora de eliminar todo el componente censor que sufrió en su día el escritor de Texas, modificado a conciencia debido al componente erótico que captaron los editores.

Recht aprovecha la libertad que le otorga el cómic europeo para adaptar la aventura sin tapujos alguno, captando la idea y el tono original desde la primera página. El bárbaro cimmerio, tras un combate sangriento en pleno entorno helado, tiene un encuentro fugaz con una joven desnuda que parece querer provocarle para que la siga por el peligroso paisaje. Todo hace indicar que le está tendiendo una trampa para que otros consigan acabar con la vida del guerrero. El escrito de Howard no era demasiado extenso por lo que el autor opta por dar mayor relevancia al aspecto gráfico, recreándose en los escenarios donde tiene lugar la acción, jugando con los colores y creando escenas de gran belleza en las que se mezclan el blanco y celeste de la nieve con el cabello rojo de la protagonista. Una adaptación que difiere bastante de lo que estamos acostumbrados a leer de Conan, un álbum que nos muestra al personaje más bárbaro y salvaje que de costumbre, dando rienda suelta a sus instintos más primarios.

Conan el Cimmerio: La hija del gigante helado
Robin Recht. Planeta Cómic. 18,95 € (88p.) ISBN: 9788411120555

Seguimos con otra adaptación, una reinterpretación de uno de los clásicos de la ciencia ficción que de la mano de Victor Santos alcanza un nivel de calidad pocas veces en este tipo de productos. Cuando Ray Bradbury escribió Fahrenheit 451 pocos podrían imaginar hasta dónde iba a llegar esta distopía en la que la quema de libros es el principal motor de una trama trepidante y cargada de ideas revolucionarias y críticas con una sociedad reprimida y aborregada. Han tenido que pasar setenta años para que uno de nuestros autores más importantes y productivos decida producir su propia versión del relato.

El autor de  exquisiteces como Polar, Los reyes elfos o Los ratones templarios pone al servicio de una historia maravillosa su poderoso estilo visual, ese que juega con todas las posibilidades que le brinda el medio y nos deja con la boca abierta gracias a una narrativa tan espectacular como efectiva. No es nada fácil la empresa que tiene por delante, enfrentarse a uno de los pilares de un género tan especial como es el de la ciencia ficción podría hacer que se lo pensara dos veces antes de meterle mano pero Santos se crece ante la adversidad y hace suya la historia, juega con ella a su antojo y consigue un resultado sin parangón, una mirada fascinante a un futuro que puede estar más cercano de lo que creemos.

Tras el descubrimiento de un nuevo material incombustible que mantenía las casas a salvo de cualquier incendio, el cuerpo de bomberos tuvo que reinventarse en sus funciones siendo ahora los encargados de quemar cualquier libro que existiera. Una tarea impuesta por un gobierno que pretendía eliminar la posibilidad de identidad o pensamiento de la sociedad que tan solo prestaba atención a lo emitido por las cadenas de televisión, imágenes proyectadas en paredes que hacían las veces de pantalla. En medio de todo esto vamos a conocer a uno de estos bomberos, Guy Montag, para el que pasan los días junto a su pareja Mildred, una mujer bastante insustancial cuya máxima aspiración es conseguir la cuarta pared de televisión para el salón de su casa. Todo cambiará el día que Guy conoce a su nueva vecina, una niña soñadora llamada Clarisse que va a poner patas arriba su existencia.

Santos sale victorioso de un envite tan peligroso como este a base de oficio y calidad, controlando la narración al milímetro y condensando todo lo expuesto en la novela de Bradbury de manera más que acertada, sin que se resienta la lectura por exceso o defecto de datos y manteniéndose fiel al texto original, sin hacer demasiados cambios. La presentación de personajes y situaciones ocurre con un ritmo constante y pausado, rompiéndose esta tranquilidad con los pasajes en los que la acción vertiginosa se apodera del guión. Su estilo oscuro repleto de juegos de sombras se ve reforzado por una paleta de colores que encaja a la perfección a la hora de retratar la atmósfera tan malsana que envuelve el futuro distópico en el que transcurre la trama. Una adaptación modélica por parte de un autor que sigue demostrando la buena forma en la que se encuentra, algo que hace a base de maravillas como este Fahrenheit 451.

Fahrenheit 451
Victor Santos. Planeta Cómic. 25,00 € (160p.) ISBN: 9788411404273

Y de clásico a clásico. El primer volumen de Mickey Mouse Las tiras de prensa de Floyd Gottfredson va a proporcionar al lector todo lo que puede prometer un producto de estas características. Tras echar un vistazo a la portada del volumen, la primera sensación que vamos a tener es la de trasladarnos a una época pasada, a aquellos días en los que disfrutábamos con películas cómicas en blanco y negro que tantos buenos momentos nos dejaban. Charlie Chaplin, Laurel y Hardy o Buster Keaton, actores todos ellos que eran sinónimo de carcajadas provocadas por tartazos en la cara, resbalones inesperados o absurdos topetazos. Mucho de esto es lo que nos vamos a encontrar en estas tiras protagonizadas por el ratón más famoso de todos los tiempos.

Corría el año 1930 y el mismísimo Walt Disney se hacía cargo de la primera tira en la que el ratón Mickey empezaba a hacer de las suyas. Una vez hecho el bautizo, cedía el bastón de mando a un joven Gottfredson que con veinticinco años a sus espaldas se hacía dueño del invento y no lo dejaría hasta su jubilación, cuarenta y cinco años después. A pesar de ser un volumen centrado en el trabajo realizado por el autor nacido en Utah, no podemos olvidarnos de otros nombres que estuvieron ahí durante años para echar una mano tanto en los guiones como en las ilustraciones. Gente como Ted Osborne, Earl Duvall, Webb Smith, Bill Wright, Dick Shaw, o Merrill de Maris son solo algunos de los que contribuyeron a que la calidad de las tiras no decayera ni un ápice durante su despegue editorial y posterior establecimiento editorial.

Mucho de lo que vamos a leer en este espléndido volumen nos va a recordar sobremanera a los cortos cinematográficos del personaje. Evidentemente, el tono que se le quería imprimir a estas tiras era el que se desplegaba en la gran pantalla, pero también hay que tener en cuenta que los artistas de ambos medios intentaban mantener cierta coherencia estilística y plástica, siendo las páginas impresas un reflejo de lo que acontecían en su versión animada. Aunque siempre se pueden encontrar ciertas diferencias entre ambos, mientras que el ratón del celuloide se iba descafeinado con cada nueva aparición, el de Gottfredson ganaba en ímpetu aventurero, tocando todo tipo de géneros en sus páginas.

Este es, posiblemente, uno de los puntos fuertes de la obra, la libertad creativa de la que gozaban los autores para crear las historias que quisieran. Relatos en los que el punto de partida era la construcción de un lugar de esparcimiento y terminaba virando a una aventura puramente noir. Y no podemos olvidarnos de la crítica social, un aspecto que parecía estar siempre presente en una época, los años treinta, en la que La Gran Depresión había azotado con gran virulencia. Un conjunto que debemos tener en cuenta a la hora de comparar a los dos ratones, difiriendo el de Gottfredson bastante del que estamos más acostumbrados a ver. No es ni mejor ni peor, es simplemente otra versión, la que tocaba en aquel momento, un poco menos jovial y festivo que el actual.

De igual manera debemos apreciar la concepción gráfica de estas aventuras, siendo conscientes del momento en el que vieron la luz. El estilo utilizado puede resultar algo desfasado y ciertamente vetusto para el lector moderno pero, si atendemos a todo lo expuesto un poco más arriba, podremos valorar en su justa medida el logro acometido por Gottfredson. Su trazo imprime una sensación de movimiento a las figuras que bebe directamente de su afán por convertirse en animador, faceta que el mismo Disney consiguió quitarle de la cabeza para que pasara su vida delante de un tablón de dibujo.

El volumen publicado por Planeta, a imagen y semejanza que el original de Fantagraphics, guarda momentos inolvidables donde se despliega un buen montón de técnicas y estrategias narrativas muy avanzadas para aquellos días (atención al pasaje en el que Mickey y Minnie buscan un tesoro y la acción transcurre de manera paralela en dos franjas horizontales). Esperemos que podamos ver el resto de material (otros once volúmenes de tiras y un par de planchas dominicales) publicado en su totalidad, saldando de esta manera una deuda con unos tebeos colosales.

Walt Disney Mickey Mouse Tiras de Prensa Volumen 1
Floyd Gottfredson. Planeta Cómic. 50,00€ (296p.) ISBN: 9788491738321

El último título que va a tener cabida en este especial supone otro paso más en la publicación de una serie (y todas aquellas que están relacionadas de alguna manera con el personaje central) que, por una razón o por otra, nunca terminaba de cuajar entre los aficionados de nuestro país. Mike Allred comenzaba en 1990 a ofrecer el primer material protagonizado por Madman, creación propia que iría creciendo en importancia y complejidad a medida que se sucedían los años. Era tan solo una primera toma de contacto que no hacía presagiar todo lo que vendría después, un torrente creativo pop que iba a dejar a todo el mundo con la boca abierta.

Los chicos de Planeta Cómic acaban de poner en circulación el segundo integral de la colección, una nueva entrega en la que se recoge todos los tebeos que habían sido publicados en su momento por estos lares. A partir de ahora, todo lo que venga, será inédito, salvo contadas excepciones. Madman debutaba hace ya más de treinta años de la mano de la editorial Tundra Publishing, una miniserie de tres números en la que el Doctor Egon Boiffard traería de vuelta a la vida a un cadáver desconocido, le daría un atuendo bastante vistoso y lo bautizaría con el nombre de Frank Einstein. Unos ropajes que servirían para ocultar las cicatrices y el color azulado de su piel (efectos secundarios del proceso de  resurrección), nada que ver con mantener una identidad secreta que ahuyentara a los curiosos. Habría que añadir también una serie de habilidades como poderes psíquicos, una destreza muy por encima de la humana y una capacidad de aprendizaje que haría palidecer al sabio más inteligente de la Tierra.

La nueva entrega comienza finiquitando la primera de las cabeceras con que contó el personaje, Madman Comics, que se prolongó a lo largo de una veintena de números. Un final que va a centrar sus esfuerzos en arrojar algo de luz al misterio que envuelve la identidad del protagonista previa a la muerte del mencionado Einstein. Una maniobra que nos va a dejar una bonita moraleja: poco importa quién hayas sido en el pasado, lo que realmente cuenta es quién eres en el presente. Un viaje de descubrimiento personal y creación universal a través de una narración poética, musical y bastante alocada, ¿en qué otro lugar podríamos ver a un cerebro gigante deambulando por el mundo o a unos agentes del FBI escapando del infierno para conseguir algo de perdón por sus actos pasados?

El resto del volumen se va a completar con un buen número de especiales y series limitadas en las que Madman comparte protagonismo con otros nombres ilustres de la industria. Ya sea Superman, Nexus (creación de Mike Baron y Steve Rude) o Christian Walker y Deena Pilgrim (los agentes de la serie Powers ideada por Brian Michael Bendis y Michael Avon Oeming). La inclusión de títulos como Madman King Size Super Groovy Special!, Madman 20th Anniversary Monster o Madman All-New Giant Size Super Ginchy Special! va a propiciar que otros autores se dejen ver por las páginas del grueso volumen. Guionistas y dibujantes como Bernie Mireault, Daniel Krall, Nick Derington, Matt Kindt, Tonci Zonjic o Jim Valentino son solo algunos invitados que van a aportar su propia visión del personaje.

Ha sido una larga espera hasta poder disfrutar de todos estos cómics agrupados, por fin, en una edición cuidada y ordenada cronológicamente. A la edición por parte de Planeta no podemos poner ni una sola pega, basada en el contenido (que no en el continente) de The Madmaniverse Library de Dark Horse, podemos esperar hasta cuatro volúmenes más hasta completar toda la producción comiquera del personaje que Allred ha ido gestando a lo largo de los años. Un camino lleno de baches y escollos editoriales que quedan olvidados al leer uno de los tebeos más originales e imaginativos de los últimos años. Pura magia en viñetas.

Madman Integral Volumen 2
Mike Allred. Planeta Cómic. 60,00 € (576p.) ISBN: 9788411405010

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