Pilar Quintana Premio Alfaguara de Novela 2021

Si hay una literatura femenina ¿cuál es la masculina? ¿La que habla de cáncer de próstata?

Pilar Quintana fue incluida entre los 39 escritores menores de cuarenta años más destacados de Hispanoamérica en 2007. Hace años recibió el galardón La mar de letras y en 2018 el IV Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana. En 2020 fue nominada al National Book Awards en la categoría de literatura traducida por La perra. Hoy Los abismos se levanta como la obra ganadora del Premio Alfaguara de Novela 2021. La estética de su ficción nos coloca en el punto de vista de la mujer que por razones de raza y clase se encuentra en desventaja, donde la violencia y la hostilidad condicionan la humanidad de sus personajes femeninos. Quintana es discreta y mantiene una mirada serena frente al éxito.

—¿Qué se siente quedarse con la escultura, la impresión de miles de ejemplares y esa buena suma que viene con todo?

—El sueño de muchas de mis amigas en la adolescencia era llegar a la iglesia de blanco y con un vestido de princesa. A mí eso no me movía nada, esa ilusión era más bien una tortura. En cambio, recuerdo bien que cuando en el 2004 Laura Restrepo ganó el Premio Alfaguara -coincidió con que acababa de publicar mi primera novela- cuando ella ganó dije: “eso es lo que yo quiero ser”. Ese sí es mi sueño. Uno lo ve como una fantasía lejana y yo todavía no me puedo creer que de verdad me esté pasando a mí.

—Para los narradores en ciernes, ¿participar y aspirar a premios literarios sí es una opción? Ahora usted es la ganadora, pero ¿cómo fue este camino de revisar convocatorias, enviar manuscritos y demás?

—El camino se hace escribiendo, hay concursos en toda Hispanoamérica. Están los premios que son para nuevos talentos. En Colombia es popular el de primera obra. Hay muchas convocatorias del Idartes, que es el Instituto Distrital de las Artes en Bogotá o del Ministerio de Cultura donde incentivan a estos talentos a publicar, donde sus manuscritos llegan a ser leídos y publicados. En Colombia el año pasado, Laguna Libros, que es una editorial independiente, convocó un premio, una beca de creación para mujeres afrocolombianas y el libro llamado Aguas de estuario es absolutamente maravilloso, escrito por Velia Vidal, una mujer negra del Pacífico Colombiano. Estamos viendo ese movimiento que no existía antes y yo creo que por ahí es el camino. Si yo fuera una escritora ahorita en mis veintes o treintas, intentaría por esas becas, esos concursos o el camino de las editoriales independientes.

—¿Cuáles son las opciones para una escritora latinoamericana que desea llegar a otros países del continente? Triunfar en España es un paso necesario para lograrlo en Hispanoamérica. ¿Podría ser diferente?

—Yo creo que era así y lo sigue siendo en cierta medida. También he visto como en Latinoamérica han surgido editoriales independientes que están haciendo un gran trabajo. Por ejemplo, una editorial en Colombia como Angosta se ha dedicado a descubrir nuevos talentos colombianos y esos nuevos talentos se están leyendo en España. Ahora está por ejemplo Sara Jaramillo Klinkert que publicó su primera novela con ellos y esa novela ya llegó a España y está circulando por toda Latinoamérica con Lumen. Creo que hay un gran trabajo, que no tiene que ver con pasar por España o ganar un premio, sino que las nuevas generaciones tienen algo que yo no lo tuve porque en mi época no existían estas editoriales que no van a publicar muchísimos títulos al año, pero están haciendo grandes descubrimientos. Y creo que si vos te fijás en Chile, pasa lo mismo. En Argentina, en México. Ahora La perra está en una editorial venezolana que se llama Curiara y es una editorial chiquitita que seguramente puede hacer un trabajo de adelantar nuevos talentos en Venezuela. Yo creo que el camino va más bien por ahí.

—¿Cuál es la diferencia entre la publicación al cobijo de un gran grupo editorial y que trabaje de manera más cercana en el proceso en una independiente?

—Mi sello editorial hasta ahora era Literatura Random House, un sello que adoro, al tanto de las tendencias narrativas, que pertenece a una editorial inmensa pero que en cierta medida es un cuidado editorial  más exquisito, cuidan el trabajo de una manera especial. La gran diferencia es que las editoriales independientes hacen una apuesta verdadera por el autor y por su libro. Yo he visto el trabajo de Galo Ghigliotto en editorial Cuneta, el trabajo de Felipe González en Laguna, el trabajo de Alexandra Pareja en Angosta, y ellos van personalmente con sus libros a las ferias del libro y están en el stand y están vendiendo sus libros. Eso es lo que quiere uno como autor, que tu editor te quiera, que diga “este libro me encanta y este libro lo edité yo y yo te puedo contar todo sobre ese libro”. Para un autor es el editor ideal, el que se preocupa por tu libro y lo cuida con todo el amor porque quiere tu libro se dé a conocer y se lea.

—El mercado literario norteamericano ya no solo está pendiente de una buena traducción, también le interesa satisfacer la demanda de los lectores en español, ¿qué piensa al respecto?

—No conozco mucho ese mercado pero sí me sorprendió. Una de las primeras casas editoriales en comprar La perra fuera de Colombia fue Literatura Random House en Miami. Me asombraron los números de venta porque suponía que aquel era un mercado diminuto. Y no, está creciendo, su aumento es acelerado, hay ferias latinas para libros en español y me parece absolutamente maravilloso. La perra estuvo en varios clubes de lectura en Miami, en Los Ángeles, en Nueva York. No estoy hablando de The Bitch, no se trata del libro traducido, que pertenece a otro mercado completamente diferente, estoy hablando de La perra en su idioma original. Tuve clubes de lectura en estas ciudades con lectores en español. Algunos latinos, otros gringos que leen en español. Se siente que esa es la segunda lengua en Estados Unidos, que a esa minoría no sé si podemos seguirla llamando minoría, pues ya no es tan chiquita.

—Vivió durante años en la selva y no en cualquiera, fue en la del Pacífico, ¿cuál fue la motivación? ¿Obtuvo lo que buscaba en esa estancia?

—Cuando decidí convertirme en escritora vendí todo lo que tenía y me fui de viaje. En esos viajes descubrí que quería tener una vida sencilla. Me fui al norte del Pacífico colombiano que es selva y mar. Para escribir hay que renunciar a ciertas cosas, dejar atrás la vida agitada en la ciudad donde hay que producir mucho para pagar las cuentas y no queda tiempo de escritura. En la selva está la naturaleza que puede proveer de lo básico. Con muy poquito dinero llevé una existencia muy sosegada, sin lujos. Fue una manera de convertirme en escritora, de darle tiempo a mi carrera. No podía dedicarle solo el fin de semana o las noches únicamente, sino que tenía que encontrar un espacio grande para poder trabajar en la escritura.

—Es una de las escritoras que tiene clara la disolución de la categoría literatura de escritura femenina. Es determinante al dejar claro que las mujeres: “no hacen literatura femenina, hacen literatura”. ¿Cuáles son los temas y las preocupaciones de su narrativa, de su literatura?

—Yo hablo de la animalidad. Nosotros los seres humanos nos entendemos separados de los animales como si estuviéramos un eslabón, un paso más arriba solo porque somos racionales. No hay distancia, por eso escudriño en los instintos, por eso escribí mucho sobre sexo, yo sentía que en el sexo estábamos despojados de las máscaras que nos ponemos, de la ropa y tan salvajes como los demás, mostrando nuestro deseo más primitivo. Eso hasta que me dieron deseos de ser madre, me embaracé, tuve un alguien nueve meses en la barriga, lo parí, le di teta y sentí por él un amor, que era absolutamente animal que no pasaba por la racionalidad, un amor sin explicación y desde la intuición. Para mí la maternidad abrió un caudal de temas que yo no había vivido, ni sentido, ni contemplado antes. Mis temas ahora están muy relacionados con el ser mujer, que es la maternidad. Los hombres pueden ser padres, pero no madres. No pueden parir, no pueden tener un bebé, a menos que sean un hombre trans, pero no tienen esa experiencia que tenemos quienes nacemos con útero. Lo que pasa es que es increíble que a uno le toque decir “oye, sí son temas de mujer, ¡pero son humanos!”. Nadie dice, nadie habla de la literatura masculina, porque esa es la que se entiende como literatura per se. Pero sí se habla de literatura femenina cuando hablamos de maternidades, de lo que tiene que ver con las mujeres… Entonces me pregunto: si hay una literatura femenina ¿cuál es la literatura masculina? ¿La que habla de qué, de cáncer de próstata?

—¿Cómo fue el proceso de escritura y el trabajo con los personajes en Los abismos?

—La narradora de Los abismos es una mujer adulta que está contando algo que le pasó de niña. Y ella usa sus palabras de adulta, pero baja el nivel, baja la estatura, para ver el mundo a través de los ojos de la niña. Es una novela contada por la niña que antes fue. Para mí ese fue el mayor reto: construir un narrador que fuera verosímil y que supiera ponerse al nivel de la niña. Creo que muchas veces subestimamos a los niños. Yo me encuentro diciendo cosas delante de mi hijo, creyendo que no va a entender, y me comprende todo. Los niños son muy agudos. Esta novela sucede cuando después de terapia uno entendió todo lo que le pasó en la infancia. Pero solo de adulto es capaz de contarlo. Hay cosas violentas que parecían naturales. Los niños entienden y ven el mundo pero a veces no saben explicarlo y yo creo que esta novela es revisitar el lugar de la infancia donde se instalan tus traumas. A veces los niños tenemos una visión idealizada de nuestra vida y de nuestros padres. Nuestros padres lo son todos y concebimos a la mamá solo como mamá. A mi hijo a veces le explico: “Oye, es que yo también soy mujer. Yo no solo soy mamá. Yo también tengo intereses propios”. En la novela este es el momento donde una niña descubre que su madre no existe solo para ella, que su madre es individuo con deseos y con una vida propia, y además oscura. Que ella dice “¡ah! ¿Qué está pasando acá?”

—Los títulos de sus libros son rebeldes, provocan: Cosquillas en la lengua, Coleccionistas de polvos raros, Caperucita se come al lobo o La Perra. Al abrir los libros notamos la sobriedad en el lenguaje, el fraseo y la reducción de los adverbios o adjetivos. ¿Cómo logra esa economía estilística sin perder el fondo?

—Creo que mis primeros libros, pese a que hablaba de los mismos temas que hablo ahora, me enfocaba mucho hacia la técnica, quería mostrar que yo podía hacer varias voces narrativas y buen manejo de los tiempos. Era una especie de pirotécnica porque estaba aprendiendo el oficio. También había mucha preocupación por el cómo contarlo, y creo que de un tiempo para acá mi preocupación es el qué contar. Cuando yo tengo una historia fuerte que contar no necesito hacer muchas voces ni varios tiempos narrativos.

—Toda su obra toca la construcción de la identidad sin necesidad de apellidos y nombres. Además, mantiene una profunda relación con la incertidumbre. En oraciones cortas y directas construye mundos complejos e insondables. ¿Quiénes son las plumas que la han marcado, estilísticamente hablando?

—Yo leía a Jane Austen cuando estaba en el colegio. Leía sus historias como si fueran novelas sentimentales. Cuando revisité estas lecturas descubrí una mirada absolutamente sarcástica sobre la sociedad en que le había tocado vivir. Es una autora inteligente con dominio del sarcasmo y la burla. Eso me encanta. Otra de las autoras que me señaló el camino en cuanto a la forma y la escritura es Patricia Highsmith. Me acuerdo que en una entrevista que leí ella decía que de niña observaba a sus vecinos, veía llegar gente a su casa y pensaba “¿qué estará haciendo adentro de su casa?”. A ella le gustaba imaginar que en la intimidad de los hogares había vidas torcidas. Ella es una maga y una genia para crear en dos palabras un personaje. En un párrafo te crea un universo narrativo. El viejo y el mar de Hemingway. Ese libro me enseñó que uno puede contar una historia sencilla, sobre una persona sencilla, con un conflicto sencillo. García Márquez para mí también fue fundamental Crónica de una muerte anunciada es una obra perfecta. Ahí está toda la técnica, te enseña además la tensión narrativa. García Márquez que hace un retrato de la sociedad patriarcal y machista sin juzgar. Me enseñó que el lugar del escritor no es “voy a poner, voy a señalar y voy a mostrar lo horrible que es la sociedad patriarcal y el machismo y lo que les hacen a las mujeres en una sociedad machista”. Él no hace eso. Él solamente lo muestra y no interviene. No interviene diciendo “eso es horrible”, pero lo demás le corresponde al lector.

—Hablando de influencias, podría compartir la importancia de Andrés Caicedo en su escritura.

—No nombré antes a Andrés Caicedo, pero él es mi padre literario. Yo en el colegio pensaba que la literatura pasaba en la campiña inglesa y que se trataba de dos señoritas que tejían y bordaban esperando marido. Y eran realidades ajenas a mí. Yo leía clásicos, leía a Tolstoi. Leía Madame Bovary. Leía unas cosas maravillosas, pero la literatura era una cosa por allá lejana que además hacían señores muertos y Jane Austen. García Márquez estaba vivo, pero igual era un señor. De repente leí a Andrés Caicedo y las historias pasaban en mi barrio, y oían rock y salsa. La protagonista de ¡Que viva la música! es del Liceo Benalcázar y yo soy del Liceo Benalcázar y al final dice cómo una exalumna del Liceo Benalcázar se convierte en puta y yo “¡ah! ¿Esto es literatura?”. Ese hombre para mí es mi padre literario, los demás son mis abuelos literarios. Este hombre me dijo “mire lo que usted puede escribir”. Él me hizo creer que era posible que una persona como yo pudiera crear universos narrativos. Porque de eso sí que yo, de rock and roll, y de sexo, drogas y rock and roll yo sí podía hablar. De eso sí podía. Pero de unas mujeres bordando en la campiña inglesa y que querían conseguir marido, de eso yo no quería hablar porque no era yo. Él fue para mí un autor definitivo.

—¿Cómo ha vivido esta pandemia como ser humano y como escritora, cómo cambiaron sus costumbres de lectura y escritura?

—Mi lugar de trabajo es mi casa. Tuve un hijo a los 43 años y ahí me tocó escribir en la incomodidad. Escribí La perra en el celular dando teta. Porque esa novela quería salir y se impuso. Esa condición es muy difícil. Es muy difícil escribir así. En la pandemia es como volver a tener un recién nacido. Claro, ya no es un bebé que está pegado a mi teta, pero por más independientes que sean requieren atención. Escucho: “Mamá, mamá, mamá”. Así es. Si yo tengo veinte minutos sin que me interrumpa en la casa es mucho tiempo de trabajo. Fue difícil. Afortunadamente ya tenía la novela terminada. Pensaba dedicar de marzo a junio a darle los últimos toques. Ya el edificio estaba bien, la historia no se caía, pero tenía que ponerle los acabados, tenía que decorar ese edificio. Pensé me iba a tomar tres meses, y con la pandemia me tomó mucho más tiempo. Fue un reto, pero acá en Colombia tenemos un dicho que es “maluco también es bueno”. Es como “si está un poquitito incómodo también está bien”. También así funciona. La escritura cuando quiere salir sale, así sea en condiciones adversas.

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