Papel y agua en la Pompeu Fabra

La sala del Depósito de las Aguas permite la lectura bajo la presión de la piscina que habita en el techo de una de las bibliotecas más emblemáticas de Barcelona

El arquitecto Josep Fontserè, encargado de realizar las obras del riego del parque de La Ciutadella de Barcelona en 1874, se sorprendería al ver el uso que se le ha dado al edificio de planta cuadrada que soporta en su parte superior un estanque de agua a 18,5 metros de altura. A este maestro de obras, que contó con la ayuda de un estudiante muy especial a la hora de realizar el cálculo de las estructuras, el mismísimo Antonio Gaudí, también le parecería contradictorio el hecho de colocar tanto papel bajo esa gran masa de agua. Pero, a pesar de la aparente paradoja, ese fue el uso que se le dio en 1992 a este espacio, por entonces, afuncional: sala de lectura de una de las tres bibliotecas CRAI (Centro de Recursos para el Aprendizaje y la Investigación) con las que cuenta la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona que adquirió el edificio municipal en esa fecha.

La directora de la biblioteca de la Universidad Pompeu Fabra, Montserrat Espinós, explica que este impresionante edificio, de multitudinarias columnas que soportan el peso del agua situado en el campus de La Ciutadella, cuenta con un fondo bibliográfico de alrededor de 600.000 volúmenes, unos 35.000 libros electrónicos y 22.000 revistas electrónicas (a través de las cuales se vehicula en la actualidad la información científica a nivel internacional). Los títulos conviven bajo esa enorme piscina que ocupa la totalidad de la cubierta del inmueble que se diseñó con el objetivo de que el agua contara con la presión suficiente para abastecer el primer parque público diseñado en la ciudad de Barcelona tras el derribo de las murallas.

Lugar predilecto

Antes de ser uno de los lugares preferidos por los estudiantes de la Pompeu Fabra para dedicarse al estudio, este espacio tuvo otras funciones: fue depósito de material municipal del parque de bomberos y asilo municipal para personas mayores, niños huérfanos o personas indigentes de la ciudad. Su rehabilitación comenzó en el año 93, de la que aún falta por concluir una etapa final, y a día de hoy constituye uno de los edificios más singulares del patrimonio histórico de Barcelona.

Rodeado de jardines de inspiración inglesa y francesa, el Depósito de Aguas es un auténtico templo del silencio al que acuden con preferencia los estudiantes de esta universidad catalana, que en 2018 realizó un gasto de 225.000 euros en ejemplares y de 1.200.000 euros en recursos electrónicos, (revistas digitales especiales de publicación científica de todos los ámbitos de las especialidades con las que cuenta la universidad). De hecho, Montserrat Espinós aclara que, en el mundo académico, la revista digital hace muchos años que está “absolutamente implantada en los ámbitos científicos, siendo la principal y casi única vía de publicación”.

En este lugar, tan estimado por los estudiantes, el fondo en papel es de libre acceso y el préstamo continúa siendo uno de los servicios más utilizados, aclara Espinós. “Contamos con muchas donaciones. En nuestro fondo bibliográfico en papel tenemos algunas colecciones singulares ubicadas en el depósito, ya que el entorno invita a que estén allí. Son especiales en cuanto a su contenido y no las hay en otras bibliotecas”, dice la responsable. Una de ellas es una colección de aproximadamente 30.000 volúmenes de estudios orientales. Ejemplares en papel sobre historia, literatura, lengua o gramática de China, Japón, Tibet, Pakistán, Nepal o India, entre otros. Otra colección especial es la que cedió la Cámara de Comercio de Barcelona sobre economía española y comercio de finales del siglo XIX y principios del XX. “Se trata de colecciones muy centradas en un determinado tema, que resultan muy interesantes para los estudiosos e investigadores del asunto. Somos una biblioteca joven, pero tenemos algunos fondos patrimoniales”, indica la directora. “Son libros que aparecen en catálogo, pero que no son de libre acceso. Si se quieren consultar es necesario solicitarlos a través del personal bibliotecario”, aclara.

Con 570 puntos de lectura disponibles (que ahora, debido al Covid se reducen a la mitad), los principales usuarios de esta singular sala de lectura son la propia comunidad universitaria, aunque no se realiza control de entrada. El comportamiento de los alumnos en este lugar casi sagrado es muy “respetuoso”, asegura Espinós, quien añade que son los propios estudiantes quienes demandan que se respete este “ambiente de trabajo y estudio”, ya que, aunque hay otros espacios con funciones más colaborativas en otros campus, este lugar es elegido por los jóvenes para el trabajo más individual, la concentración y el estudio.

“A pesar de su altura (que supera los dieciocho metros) te sientes muy acogido en este espacio, ya que hay un silencio autogestionado por los propios estudiantes. Es un lugar al que entras y te inspira una especie de respeto”, expresa la directora de la biblioteca, que cuenta con un personal de 92 personas que trabajan en sus tres sedes (campus La Ciutadella, del Mar y del Poblenou) dando soporte a todas las funciones de la universidad, tanto a estudiantes como a profesores (docentes e investigadores).

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