Imagen de Nano Cañas
Pablo d´Ors es sacerdote, escritor y fundador de la red de meditadores Amigos del Desierto. En Biografía de la luz realiza una lectura mística del Evangelio, trayendo sus escritos a la actualidad al individuo del siglo XXI. A pesar de su vinculación con la Iglesia católica, Pablo d´Ors ha conseguido llegar, a través de sus textos y su voz, a millones de personas creyentes y no creyentes. Prueba de ello es la cuarta edición que celebra Biografía de la luz, así como los más de doscientos mil lectores que acumula ya su aclamada Biografía del silencio, un ensayo en el que relata su experiencia con la meditación. Igual es porque, como él mismo confiesa, también es un alma poliédrica, porque no pretende convencer a nadie de nada, sino más bien compartir con los demás toda la sabiduría que acumula, porque no tiene ni un gramo de paternalismo o porque nació con un don, igual divino, para transmitir claridad, paz y optimismo.
¿En qué momento de su vida empezó a interesarse por la meditación?
Soy una persona con un interés espiritual desde que era muy joven. Yo era un niño muy religioso. Recuerdo que con ocho o nueve años rezaba a la Virgen. Puse el interés por la meditación en torno a los catorce o quince años, cuando leí el libro El tercer ojo y El médico de Lhasa, deLobsang Rampa, que era un falso lama, y aquello me impresionó mucho. Recuerdo que me corté el pelo al cero, convencí a otro compañero para que también lo hiciera y nos sentamos a meditar sin saber en qué consistía aquello. Ya después, con 18 o 19 años, tuve una experiencia espiritual muy fuerte que me hizo entrar en el seminario, en el libro Entusiasmo la cuento. Fue lo más determinante de cuanto me ha pasado en la vida, la partió en dos. Ya en el seminario conocí las comunidades El Arca, que eran bastante alternativas, vegetarianos, no violentos y que hacían meditación y danza contemplativa. Estos fueron los primeros pasos. Por supuesto, desde que entré en el seminario teníamos una práctica de silencio todos los días, pero no era de silenciamiento. Yo diferencio entre silencio y silenciamiento. Silencio es una cosa exterior y silenciamiento es procurar vaciar la mente, no entretenerte en los pensamientos. Y eso empezó en mí en torno a los cuarenta o cuarenta y un años. Tuve entonces una crisis personal, empecé con la búsqueda interior de manera más rigurosa y ahí descubrí el zen, que me llevó a muchas cosas y, entre otras, me devolvió la tradición contemplativa cristiana.
Hace un tiempo que un sacerdote fuese un top ventas en España era algo impensable, ¿cree que algo está cambiando dentro de nosotros, en nuestra sociedad? ¿Buscamos algo?
Recuerdo a José Luis Martín Descalzo, un sacerdote que ganó el premio Nadal de novela. No digo que fuese top ventas, pero sí vendía bastante. Creo que ha sido el último sacerdote escritor más o menos famoso en España. En todo caso, considero que algo sí que está cambiando, tanto en la sociedad como en la Iglesia. En la sociedad, evidentemente, hay un movimiento de mucho escepticismo, indiferencia y cientifismo, que prescinde de todo lo espiritual, pero hay un resurgir de la espiritualidad, quizá desvinculado de la religión. El prestigio de la espiritualidad en el mundo contemporáneo se está construyendo a partir del desprestigio de la religión, por primera vez se está hablando de una espiritualidad sin Dios. En la propia Iglesia, aunque siempre de manera minoritaria, igual que en la sociedad, hay una apertura al diálogo, al encuentro con otras espiritualidades, a lo interreligioso y a lo transrreligioso, incluso. Sí que estamos en una nueva etapa donde el paradigma fundamental es la consciencia, el ser. De manera modesta, evidentemente, pero intento insertarme en esa corriente. Considero que la originalidad de mi posicionamiento es que yo no renuncio a la religión. La religión sigue siendo un camino válido, lo que pasa es que hay que reformularla en nuestra sensibilidad, en nuestro lenguaje. Mi propuesta no es simplemente espiritual, sino culturalmente religiosa hacia lo espiritual, no necesariamente religiosa. Yo puedo ser confesionalmente religioso, pero creo que lo cristiano es interesante para todos los occidentales con independencia de su fe o de su agnosticismo.
«La clave fundamental es que yo también soy un ateo, un agnóstico, un pagano, un budista, un musulmán. Soy todos»
¿Qué cree que tiene, qué cualidad le caracteriza para haber calado tanto entre el público y llegar a tanta gente, incluso personas ateas?
La clave fundamental es que yo también soy un ateo, un agnóstico, un pagano, un budista, un musulmán. Soy todos. Todos tenemos un alma poliédrica, nadie es solamente una cosa. Ojalá yo fuese fundamentalmente cristiano, pero eso está por ver. Cuando alguien no vive su religión como una ideología, como una búsqueda de autoafirmación personal, la gente que está más despierta lo percibe. Percibe que tú realmente no tienes ninguna pretensión de llevar a nadie a ningún sitio, sino de compartir los tesoros que has ido descubriendo para que cada uno lo acoja en la medida que quiera y desea. Esa limpieza de intención, ese no paternalismo, ese no creerme yo en la verdad, eso no es que sea políticamente correcto, sino que es existencialmente necesario.
¿Considera que la medicina, la psicología y los sacerdotes deberían trabajar juntos para curar y tener esa dimensión holística del ser humano?
Antes estábamos unidos: los sacerdotes, los psicólogos, los médicos, los filósofos… No estaba todo tan fragmentado. Lo que está cambiando es precisamente esto; antes teníamos una visión determinista y mecanicista del universo, las cosas estaban separadas, el ser humano podía observar el universo, pero había una diferencia entre el observador y lo observado. Ahora, a partir de los descubrimientos de la física cuántica, hemos comprendido que no hay tal separación, que el observador influye en lo observado y que, por tanto, hay que volver a esta visión holística, donde todos estemos interconectados. Por ejemplo, la forma en que piensas va a cambiar los circuitos neuronales, aprendizaje es fisiología. No podemos dividir lo psicológico de lo fisiológico porque están profundamente unidos. Y ojalá que tampoco de lo espiritual. La razón es un estadio, una evolución del ser humano, pero no es el estadio final. El estadio final es más bien la consciencia, que incluye la razón, pero la trasciende.
En Biografía de la luz dice que las enfermedades mentales son fruto de una presión intolerable o una injusticia sistemática. ¿Qué hacer entonces cuando se sufre una de ellas? ¿Se pueden curar?
Habrá enfermedades más difíciles que otras de curar porque pueden estar más arraigadas o tener una causa más profunda, pero creo que es muy importante creer en la autonomía personal. Confiar en que todos tenemos la capacidad de comprendernos y de mejorar. Que también los que padecen enfermedades psíquicas pueden comprenderlas y mejorarlas. No creo que haya blanco o negro, sano o enfermo, estamos más o menos sanos o más o menos enfermos. Y aspirar a la salud, a la salvación, en definitiva, es lo mismo, tienen la misma raíz, es una noble aspiración. El problema es que hemos generado un tipo de sociedad donde las enfermedades mentales, la depresión o la ansiedad proliferan, y eso tiene que hacernos pensar e introducir algunos cambios, que no son fáciles porque todos vivimos en una vorágine. Además, veo signos que me hacen tener mucha esperanza, creo realmente que estamos mejorando. Tengo una visión, no diría optimista, pero sí esperanzadora de la realidad.
¿Encontrar la luz significa no volver a ver la oscuridad?
Al contrario, encontrar la luz significa que ves mucho más la oscuridad. La luz lo que hace es alumbrar lo que hay y, como hay oscuridad, la vas a ver. La iluminación no es otra cosa que la oscuridad alumbrada. El asunto no es que no la veas, sino que no te dejes atrapar o arrastrar por ella. Esa es la cuestión. Pero yo creo que los grandes iluminados de nuestra historia han visto mejor que nadie el poder de lo oscuro. No creo en una visión idílica de la iluminación. Considero que sombra y luz son dos caras de la misma moneda, que el día se abre cuando rompe la noche y que, por tanto, hay que pasar por ahí. El asunto es cómo pasamos por ahí.
¿Por qué cree que Dios queda tan lejos de la sensibilidad contemporánea?
Es una gran pregunta. Ahora mismo estoy leyéndome Autobiografía de un yogui, que había leído cuando era joven. Es de Yogananda Paramahansa que ha sido, seguramente, uno de los dos o tres maestros espirituales del siglo XX más importantes. Él venía de la India, pero hacía una relectura de los evangelios extraordinaria, de una penetración y una agudeza maravillosas. Él habla expresamente de Dios mucho. Considero que hoy la crisis es justamente una crisis de Dios. En Occidente tenemos la tradición judeocristiana, con sus mitos y ritos, pero detrás de todo hay una cosmovisión, una fuerza personal, Dios siempre es personal y eso es hacia lo que hoy existen más reservas. Quizá sea porque se han cargado mucho las tintas en la dimensión antropomórfica de Dios y eso resulta demasiado infantil, aunque creo que la razón seguramente es más honda. A lo mejor también porque Occidente ha ido llegando al nihilismo, que es una religión sin Dios. Aunque solo en teoría, porque en la práctica vas a Tíbet o a Nepal y ves cómo las prácticas religiosas son muy parecidas a Lourdes o a Fátima. Realmente no te da la impresión de que sea una cosmovisión religiosa diferente. Creo que quien tiene una profunda experiencia de Dios, del misterio, ve que es tanto personal como impersonal como transpersonal. Una cosa no quita a la otra porque en el nivel más hondo no hay contradicción, no hay antagonismo, sino más bien complementariedad. Puedes experimentar el misterio de manera impersonal, pero también de manera personal. En el Evangelio, Jesús dice que todos sean uno, como tú en mí y yo en ti. Esta es la especificidad de lo cristiano, que hablamos de diferencia, tú y yo, tú en mí y yo en ti, pero que sean uno, en unidad. Por eso podemos decir que la visión de lo trascendente en el cristianismo es unitaria, es un solo Dios, pero plural, tres personas. Pluralidad en la unidad. A mí eso me gusta, me parece que es respetuoso con la experiencia que podamos llegar a tener.
«No descansar conduce al ateísmo», apunta también en Biografía de la luz. ¿Es por eso que en esta pandemia, el confinamiento, ha hecho a muchos acercarse al espíritu, a lo espiritual?
Pues ojalá que sea así, que realmente esta pandemia haya sido una ocasión para que muchos hayan mirado hacia dentro. Algunos sí, pero no creo que sea un movimiento mayoritario porque la fuerza del entretenimiento en la pandemia ha crecido mucho. Pero sí, de manera minoritaria, ha habido un movimiento hacia lo esencial. Pero eso hay que acompañarlo. No sé si hay suficientes maestros, personas que puedan acompañar todavía en todo esto. Veo mucha confusión. Por otra parte, es normal, estamos en una etapa nueva, se están haciendo cosas diferentes.
«La pandemia trae dos mensajes: uno ético y otro místico. El ético es que hemos de cambiar de estilo de vida y el místico, que no existe lo local, todo es global, es decir, que todos estamos unidos»
Cree que la pandemia ha venido a decirnos algo?
La pandemia trae dos mensajes: uno ético y uno místico. El ético es que hemos de cambiar de estilo de vida. Que no podemos seguir viajando como locos, consumiendo desaforadamente, destruyendo el planeta. Estamos viviendo con una gran inconsciencia respecto a los recursos, a la explotación de las personas, hay gente que trabaja dieciséis horas diarias y eso es una locura. Este parar, este cambiar, es una buena cosa, es un mensaje ético. Y el mensaje místico es que no existe lo local, todo es global, todos estamos unidos. Por primera vez ha asolado al planeta algo de manera generalizada. Todos hemos estado padeciendo lo mismo y eso nos ha unido, nos ha unido en un problema, pero ojalá que también nos una en las soluciones y en un estilo de vida a lo mejor también más luminoso. Nos hemos dado cuenta de que realmente somos uno, que estamos vinculados, que, igual que nos contagiamos todos, podemos contagiarnos positivamente.
¿Todo lo que sucede nunca está en contra de nosotros?
Cuando uno hace un camino espiritual lo que llega a descubrir es justamente esto. Que todo lo que viene conviene. O que todo lo que sucede es lo mejor de lo que podría suceder o que todo es perfecto y necesario. Todo esto dicho así, en vacío, resulta bastante incomprensible para la mayoría e, incluso, ofensivo porque decir que conviene que haya una pandemia, una guerra, un asesinato o una muerte, ¡conviene si no eres tú el afectado! Detrás de una afirmación semejante está la comprensión de que somos almas en evolución, que necesitamos crecer, que estamos en este mundo para aprender. Y que si nos vienen cosas difíciles de asumir es porque hemos de aprenderlas para crecer y para mejorar. En ese sentido, lo que hay es bueno, no porque es lo que tendría que haber, sino porque es lo que tiene que haber para que pueda nacer lo que realmente tiene que producirse. Solamente en ese sentido. Lo que hay está muy bien para lo que tiene que haber, como punto de partida, no como punto de llegada.
También es muy esperanzador, ¿no?
Yo creo que sí. No me gustaría que se entendiera esto como una filosofía happy, ni mucho menos, porque no podemos ser ciegos y sordos al mal del mundo, a las injusticias, al dolor, a tantas personas que sufren, no solo en el tercer mundo, sino también aquí. Todo eso no nos puede dejar indiferentes. Tendríamos un corazón muy duro si nos dejara indiferente. Pero creo que es más poderoso lo bueno que lo negativo. El iluminado ve lo oscuro, pero también lo luminoso y lo luminoso es mucho más abundante, sobreabundante. El horror existe, pero existe, sobre todo, el amor.
Ha estado fuera muchos años de misionero, ¿considera que ahora necesitan más ayuda los países desarrollados que los subdesarrollados? ¿Estamos más enfermos?
Todos necesitamos ayuda, lo que pasa es que, a lo mejor, de manera diferente. Los países subdesarrollados no tienen las necesidades básicas cubiertas y, por tanto, tienen necesidades primordiales que son, no más fundamentales, pero sí más básicas y hay que cubrirlas. Por ejemplo, si tienes hambre, no te planteas que no tienes pareja, sino que tienes hambre. Primero es lo físico, luego lo psíquico y luego lo espiritual. El tercer mundo tiene estas necesidades más materiales. Cada uno tiene necesidades según dónde está. Lo importante es que, estemos aquí o allá, hagamos de nuestra vida un gesto lo más noble y altruista posible, que entendamos que estamos aquí para crecer y para ayudar a los demás. Para amarnos y amar. Ama al prójimo como a ti mismo, esa es la ley.
¿Cuál cree que es la cita evangélica más necesaria en estos tiempos? En un capítulo de Biografía de la luz menciona que la de Mt 11, 28-30 sobre el descanso. ¿Sigue manteniendo que es esa?
El descanso o el disfrute es el gran problema religioso y espiritual de nuestro tiempo. Porque el problema es el estrés, el afán de rendimiento. Estamos tan sobre estimulados que nos cuesta descansar. Ya no hay sábados y domingos para descansar, sino que los días ya son todos laborables. A mí me parece bonito que haya días de trabajo, pero también de descanso, que es el sábado, y un día de culto, de la creación, de la contemplación, que es el domingo. Se puede crear, se puede contemplar porque se ha descansado. Si no se ha descansado, se llega al ateísmo, aunque esto parezca una broma, una provocación. Quizás también una cita bíblica fundamental hoy sea la de bienaventurados los pobres de espíritu, es decir, los pobres, no simplemente en el sentido material, sino los que se vacían, los que no están tan llenos de cosas, los que se atreven a salir de su círculo de confort. Menos es más, darnos cuenta de que la solución no está en la cantidad, sino en la desnudez, en el desapego, en soltar. Si soltamos el ego, entra la sabiduría, pero hay que soltarlo, hay que soltar ese afán de autoafirmación. La pobreza es fuente de riqueza. No la pobreza material sino el no agarrarte a las cosas, tampoco a las creencias. La sabiduría en la vida se verifica en el sentido de que nos da paz y amor. Algo es bueno si te da paz y te da amor. Por lo que todas las ideologías que no nos están dando paz y amor, habría que ponerlas en cuestión.
En Biografía de la luz también hace referencia a que el sexo no es lo que contamina el corazón del hombre, como ha venido diciendo la Iglesia desde sus orígenes. ¿Cómo se ha posicionado la Iglesia ante este libro, además del Papá Francisco, que le ha dado las gracias por su publicación?
Pues la verdad es que nadie ha dicho nada, más que el Papa. Me habría gustado que alguien de la Iglesia, o por lo menos a un nivel más oficial, hubiese dicho alguna palabra, pero no ha sido así. Tampoco es que lo añore. Si no ha sido así, será que no les interesa o que no saben qué decir. O que tienen miedo de decir algo, que también podría ser o que, simplemente, no leen. O a lo mejor también necesitan de más tiempo porque es un libro grueso…
¿La paz interior calma el deseo? ¿el deseo sexual también?
Apacigua mucho. El deseo sexual y todos los demás. A los deseos tenemos que mirarlos a la cara. El ser humano es un ser de deseos, es evidente. Y luego tenemos este deseo esencial, el anhelo espiritual, que de alguna manera recoge a todos los demás, aunque no los suple ni mucho menos. Creo que lo que nos da felicidad o plenitud es el autodominio, ser señores de nosotros mismos, no ser víctimas de nuestros instintos y deseos, sino, de alguna manera, darles cauce de manera sensata, no absurda. El autodominio es libertad.
¿Hasta qué punto realmente somos libres?
Yo creo que tenemos una capacidad de autodominio, no total, pero sí grande, o sea que podemos no ser víctimas de nosotros mismos.
¿Es la familia un obstáculo para encontrar el camino espiritual?
Puede ser un obstáculo y puede ser un trampolín. La familia tiene que ver con lo afectivo, es evidente, pero también tiene que ver con la fuerza de los vínculos de la sangre, que también es algo muy poderoso. A mí este discurso de la familia burguesa que, por desgracia, ha hecho mucho la Iglesia, me pone un poco nervioso. Pienso que la familia de la que habla Jesús no es la familia burguesa ─mi mujer o mi marido y mis hijos─, sino que es la familia universal. Creo que la familia tradicional o la familia nuclear tendría que ser una escuela para la familia universal. Porque el ideal no es simplemente que cada uno tenga su núcleo, sino que esos núcleos sean escuela de solidaridad y de fraternidad, que no se conviertan en escuelas de egoísmo y de separación, pues tantas veces es así. Yo creo que la familia de la que hablaba Jesús es una escuela de amor universal, no para quedarnos encerrados en nuestra casa. Eso es algo muy conservador y tradicionalista.