La escritora barcelonesa publica Gema en Anagrama, una novela de autoficción que habla de muerte, amistad y amor
Milena Busquets asegura en Gema, su última novela (Anagrama, 2021), que la libertad es un don, como la belleza o el talento, y que casi nunca se conquista. Sin embargo, la sombra de nuestros progenitores es alargada, a veces tanto que nos cubre por completo. Quizá por esa razón, la barcelonesa no comenzó a escribir en serio hasta que su madre, la famosa editora y escritora Esther Tusquets falleció.
El encuentro se lleva a cabo por videoconferencia, donde Busquets se muestra sincera y chispeante, como si en lugar de una entrevista se tratara de una charla entre amigas. La autora, que consiguió con También esto pasará ser traducida a treinta idiomas, admite que lejos de darle confianza, el éxito la convirtió en una persona más frágil.
Gema se lee de una sentada y se agradece que, aunque la excusa sea rebuscar en el pasado sobre la historia de una adolescente de quince años que muere de leucemia, el texto nos haga viajar —en estos tiempos en los que es tan complicado— a las templadas noches de verano de una Barcelona desierta en época estival, por las que pasea una mujer intentando poner orden en sus recuerdos y su vida. Durante la lectura es imposible no preguntarse cuánto hay de Milena Busquets en la protagonista de esta historia.
—Otra novela con la muerte como protagonista. ¿No se puede escapar del hecho de que las pérdidas son parte del viaje?
—Es cierto, aunque no era mi intención seguir hablando sobre la muerte. Es una circunstancia crucial en nuestra vida el hecho de acompañar a la gente a la que quieres hasta la muerte, como fue el caso de mi madre y de Gema. Creo que es de los momentos más importantes de nuestra vida, y en esto pienso que tuve mala suerte porque todas mis pérdidas me cogieron bastante joven y la aceptación de la muerte y estar a la altura considero que es algo que se aprende con la edad. Si ahora me quedara alguien por morir igual lo haría mejor. El caso es que sí, la muerte es un tema para mi, definitivamente.
—Para la presión que debe suponer escribir la siguiente novela después del éxito mundial de También esto pasará, que fue traducida a treinta idiomas, yo la he visto muy suelta con Gema.
—Ha sido durísimo. Cuando vi que También esto pasará se estaba convirtiendo en un éxito tan grande y me empezaron a preguntar qué iba a escribir después dije: ‘Uf, ya veremos’. Incluso no sabía si iba a seguir escribiendo. Me ha costado mucho trabajo, por eso he tardado tanto tiempo. Tenía muchísimo miedo. Hay gente a la que el éxito le da mucha confianza, pero a mi me fragilizó. Pensar que había personas que la esperaban, que existía cierta expectación, me creaba mucha ansiedad. Tuve claro que si acababa Gema la siguiente ya será otra historia. Escribir ahora me resulta más fácil, más agradable.
—Gema, lejos de ser un texto dramático es fresco y atrayente, como si quisiera demostrar que la ligereza y hasta la frivolidad son más interesantes que la opulencia y los grandes discursos.
—Esto es una cuestión de carácter. Hay gente que escribe grandes discursos y con mucha opulencia y son increíbles. Mi autor favorito es Marcel Proust, que son páginas y más páginas y que puede ser muy ampuloso. Pero no sé hasta qué punto elegimos el estilo con el que escribimos, el tono y la voz. Creo que es muy difícil encontrarla y esos ya son años de búsqueda. Lo que sí tuve claro con Gema y también con el anterior, es que no quería escribir un libro triste. Emocionante en un momento concreto sí, pero triste no. El dramatismo para mi es un terreno muy difícil de manejar, porque es sencillo caer en la nostalgia, que también es un sentimiento muy utilizado en la literatura, pero muy complicado de controlar sin caer en los lugares comunes y en la cursilería. Por eso me dejé llevar por mi voz de cuando escribo y por mi carácter que a veces no es más que una máscara que nos ponemos para protegernos. Por eso el texto, dependiendo del momento, puede resultar frívolo, irónico, sarcástico…
—Es un ejercicio difícil de hacer y sin embargo lo ha conseguido, porque incluso hay momentos cómicos en la novela.
—¡Sí! Y eso me encanta. Cuando hay gente que me dice que se ha reído con el libro me da mucha alegría.
—Es una defensora de la primera persona y la novela es autoficción, pero, ¿es posible que haya temido mostrar demasiado de usted en ella?
—Es verdad. Es autoficción y está escrita en primera persona que es donde me siento más cómoda, pero es cierto que me he escondido bastante. Creo que tiene que ver con el miedo con el que lo escribí y se nota que estoy un poco escondida. Estoy segura de que hubiese sido un mejor libro de haber estado menos asustada, menos deprimida, incluso.
—He leído que le ha dicho que Gema es mejor novela que También esto pasará. ¿Qué la hace mejor?
—Buah, ni idea. Esto lo debí decir un día que estaba enrabietada porque a alguien no le gustó Gema y dije que era mejor que la anterior (risas). No creo que Gema sea mejor. También esto pasará es un libro más redondo. De hecho, cuando me preguntan cuál de mis libros me gusta más, siempre hablo de Hombres elegantes y otros artículos. Creo que dentro de él hay tres o cuatro artículos muy buenos y es un libro al que le tengo mucho cariño. El formato periodístico nos cuesta igualarlo al de ficción o novela cuando es un género igual de difícil y extraordinario.
—Ha trabajado buena parte de su carrera profesional en el mundo editorial, ¿Eso le ha ayudado como escritora a saber si sus libros y las historias que contaban podían funcionar?
—No lo sé. Puede ser que sí, pero creo que más que el hecho de ser editora, que fue un trabajo que me encantó y que es de los más bonitos que hay, tiene más que ver con ser una lectora apasionada, porque cuanto más lees más afinas el oído. Más que trabajar en el mundo editorial, si lo que quieres es escribir lo crucial es leer muchísimo. Me he encontrado con gente que se moría por ser escritores y les preguntabas cuánto leían y leían poquísimo. Cuando has leído mucho estás más capacitado para juzgar tu texto y saber si te has equivocado o no, si es lo bastante sólido, si ha sido repetido mil veces. Yo huyo mucho de los lugares comunes, prefiero equivocarme por pasarme de la raya y decir alguna tontería o alguna boutade que recurrir a un lugar común.
—¿Cómo ha sido el proceso de escribir en tiempos de confinamiento? ¿Le ha afectado de alguna manera a la hora de enfrentarse a la historia o en su rutina diaria frente al ordenador?
—Este libro lo acabé justo antes de que nos confinaran, aunque mientras estuvimos encerrados lo reescribí hasta cuatro veces. Durante muchos meses me he hecho la fuerte, pero hace unos meses me dio un bajón terrible. Ha sido un año muy duro para todo el mundo, seas escritor o no. Estamos todos en modo resistencia de guerra diciéndonos a nosotros mismos que podemos hacerlo, por eso me molesta muchísimo que los políticos nos riñan diciendo que hacemos lo que nos da la gana, porque creo que la mayoría de la gente nos estamos esforzando mucho por hacerlo bien.
—Cuando su madre es Esther Tusquets, ¿cómo se vive ser escritora? ¿La madre profesional se convierte en una aliada o en una amenaza?
—Un poco las dos cosas. Por un lado, no tengo nada mitificado el mundo editorial porque crecí en él, pero por otra parte me da mucha vergüenza decir (y no lo digo) que soy escritora. Siempre digo que escribo, porque para mí escritora es Matute, Marsé… No lo sé, igual dentro de cinco libros he escrito alguna frase de escritora, pero es que para mí un escritor es alguien increíble que hace cosas increíbles y creo que los demás hacemos simplemente lo que podemos. Es posible que en esto tenga la sombra de mi madre, porque era una persona muy seria, rigurosa, exigente… como de otra época, de un rigor extremo. Creo que seguramente no me facilitó mucho el escribir, pero no la cambiaría por ninguna otra madre. Pero es cierto, no es fácil escribir cuando tienes una madre que escribe tan bien y que tiene tanto talento. Quizá por eso empecé a escribir realmente en serio cuando murió.
—¿Para qué escribe Milena Busquets?
—Me he dado cuenta de que cuando escribo soy un poco más feliz y la vida me parece más soportable y comprensible. No digo que sea genial, porque sigue siendo muy complicada y una putada muchos días, pero hace que todo sea más divertido y me da esperanza. Esto también me pasa cuando leo, pero de manera distinta. El impulso de ponerme a escribir me cuesta muchísimo, pero una vez que estás metido y te deslizas un poco es maravilloso. Y es como leer: Son dos cosas que hacen que la vida sea mucho más soportable, que ya es mucho.
—A menudo decimos que se escribe sobre lo que se conoce, pero ¿no le pasa que, a veces, resulta más sencillo escribir de lo desconocido?
—Yo creo que ese talento no lo tengo. Diría incluso que escribiré cada vez más no autoficción sino autobiografía. Lo de imaginar historias lo hacen los escritores que más admiro. Y uno admira siempre lo que no tiene. Los escritores que son capaces de inventarse mundos, personajes y moverlos me parecen increíbles. Quizá tiene que ver con lo que hablábamos antes de encontrar una voz. Creo que eliges hasta cierto punto y después tienes unos instrumentos que nos han sido otorgados y con estos puedes hacer unas cosas y no otras. Si te dejas guiar, estás atento y tienes sentido crítico, entonces te diriges hacia el sitio donde puedes dar más de ti.
—¿Quiere decir que la próxima novela, en la que ya está trabajando, va de nuevo en la línea de la autoficción?
—Totalmente. Te diría que más todavía. Porque quiero ver si consigo no permitirme siquiera los desvíos de ficción que hago para que todo sea más entretenido. Por ejemplo, yo nunca he salido con un actor (el novio de la protagonista de la novela Gema lo es) pero me parecía más glamuroso un actor que la persona real en la que está inspirado ese personaje. Estas mentirijillas voy a intentar sacarlas, para que el texto sea más auténtico y más verdad.
—¿Cómo afronta el comienzo de una novela? ¿Le resulta fácil o es una labor tediosa?
—Esta vez estoy muy contenta. Sobre todo, por haber terminado Gema, después de seis años. Dentro de la dificultad de volver a empezar y de que es un proceso lento, está siendo muy tranquilo y hasta feliz. Con Gema fue durísimo, porque era una historia que tenía desde antes de También esto pasará. En cualquier caso, cada historia es distinta y aunque tengas un poco de práctica es como meterse a ciegas en un mundo que no sabes cómo será. Es más difícil cuando lo has acabado y dices: esto es una porquería, hay que quitar la mitad, corregir. Pero el comienzo de una novela es como el principio de una relación, todo es muy bonito en ese momento. Ya se estropeará (risas).