Decía Arnold Schoengber que las leyes naturales no conocen excepciones, mientras que las leyes artísticas se componen ante todo de ellas. ‘El Padrino’ y ‘El Padrino Parte II’ son una fantástica excepción (si las vemos como un todo) por partida doble: primero por mejorar al libro de Mario Puzo y segundo porque la secuela supera a la película a la que la precede. Los dos largometrajes de Francis Ford Coppola son una obra maestra a todos los niveles. Aunque eso ya lo sabías.
El cine sigue siendo una de las mejores maneras de acercar al público mayoritario a la lectura, en todas las escalas posibles. Desde la subversión de ‘El club de la lucha’ de Chuck Palahniuk -magistralmente llevada a la pantalla grande por Fincher-, la profundidad de James Joyce en ‘Los Dublineses’ adaptada por el legendario John Huston, los quinientos millones de libros vendidos de Harry Potter (por cuya saga de películas han pasado realizadores tan capaces como el icónico Chris Columbus o el hiper técnico Alfonso Cuarón) al Universo Cinematográfico Marvel: el plan más ambicioso de la historia del séptimo arte y capaz de metamorfosear la lectura de cómics de algo para nerds (en Europa) en una moda absolutamente mainstream.
Dicho esto, queda claro que el cine sigue siendo una de los mayores focos de atracción del público mayoritario a la lectura. Y, a pesar de lo que se pueda pensar con los cines cerrados o a medio gas por la pandemia, nunca se ha consumido más cine -y puede que de mayor calidad- que ahora. El auge de las plataformas digitales ha facilitado y democratizado el acceso a las películas -y las series- y no solo al comercial y olvidable, también al de calidad.
Podemos pensar en Netflix, HBO, Amazon Prime y el resto como plataformas donde se fabrican productos cinematográficos en masa para el grueso de la población, atendiendo más a la cantidad que a la calidad. Pero si examinamos con detenimiento nos damos cuenta de que es una apreciación reduccionista e injusta: ‘El irlandés’ (la última fotografía general de la mafia de Scorsese con De Niro, Pacino, Pesci y Keitel a bordo) fue producida por Netflix, ya que ninguna productora tradicional era capaz de abordar semejante presupuesto. Pero no solo se trata de una cuestión de cantidades indecentes de millones de dólares, también de calidad: ‘Roma’, de Alfonso Cuaron, fue adquirida igualmente por Netflix para su estreno mundial y se trata de un largometraje complejo, profundo, emotivo y en el que cada plano es sublime e hipnótico.
También podemos comprobar la interconexión entre cine y literatura en proyectos cuyas opciones cinematográficas son mucho más clásicas. Qubit, Mubi, Filmin e incluso Amazon Prime basan gran parte de su catálogo en cine clásico, ese en que podemos encontrar ‘Matar a un ruiseñor’, ‘El señor de las moscas’, ‘El hombre que pudo reinar’ y muchas otras sugerencias para gustos más tradicionales y quizás atemporales.
El cine se ve más que nunca en la historia, se ofrece de maneras más diversas y eso es una fantástica realidad para el sector editorial, cuyas ventas (o amplificación de las mismas) están tan firmemente conectadas al éxito del celuloide. ¿Cuántos libros se han vendido gracias a las adaptaciones de ‘El señor de los anillos’, ‘Harry Potter’, ‘El resplandor’, ‘Mystic River’ o ‘El código Da Vinci’? El listado podría seguir hasta el infinito. Es por ello que el éxito del cine, las series y su mayor accesibilidad (y una transformación de la que también podemos sacar lecturas) son absolutamente positivas para el sector editorial. En un mundo que se cae a pedazos según los noticieros, también hay hilos de luz de los que tirar, apoyos a los que aferrarse y nuevas realidades que nos hacen bien.