“El libro debe defender grandes políticas de protección frente a quien no tiene las mismas reglas de juego”
Van ya cuatro décadas de vida de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez y el sector del libro no para de cambiar. En 2004, Luis González Martín se incorporó a ella, ocupa ahora el cargo de director general y la ha convertido en un auténtico think-tank del mundo editorial español, un laboratorio de ideas desde el que busca actualizar un sector que se debate entre el hecho cultural y el empresarial en un entorno de rápido desarrollo tecnológico.
En esta entrevista con Publishers Weekly en Español, Luis González habla de las peculiaridades de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez y de los trabajos que realiza, entre ellos, un estudio bajo el título Visiones desde el libro en la era exponencial que ha sido alabado por medios internacionales por su capacidad analizar el presente y futuro del libro en un entorno digital dominado de grandes plataformas, un entorno que es a la vez una amenaza y una oportunidad. Luis González llegó a la Fundación después de haber sido subdirector general del Libro en el Ministerio de Cultura y de pasar por otros departamentos ministeriales como lo que se llama, a veces con cierto tono de desdén, un tecnócrata; un lugar privilegiado en cualquier caso para tomar el pulso al mundo de la empresa en el que vive el sector del libro.
¿Cómo se llevan los cuarenta años que cumple en 2021 la Fundación Germán Sánchez Ruipérez?
Tenemos tanto trabajo que la verdad es que no nos hemos parado a definir nada. Pero es interesante el plazo, es mucho tiempo.
¿Han cambiado mucho en este tiempo tanto la Fundación como el sector del libro?
Muchísimo. La Fundación la crea Germán, pero es muy atípica porque decide hacerlo muy pronto. Cuando está en sus inicios editoriales hace un viaje a Estados Unidos y ve las fundaciones americanas y él intenta hacer algo similar, que no sea una fundación corporativa. Nunca fue la fundación del grupo Anaya, del que fue presidente hasta 1998, hasta que vende el grupo y se queda solo con la fundación. Esta pasa a ser una institución privada e independiente de grupos, religiones, partidos…. Hay otro gran cambio, que es cuando muere Germán [falleció en 2012). Sufre un proceso traumático desde 2012 hasta 2016. Justo antes se hace la inversión más grande que nunca había hecho la Fundación, que es la Casa del Lector, una inversión de 30 millones de euros. Eso no creo que se haya reconocido suficientemente. Somos una rara avis. Las fundaciones son de grandes compañías o pequeñas fundaciones vinculadas a una persona de un lugar concreto que quiere hacer algo por este. La nuestra ha devenido en un think-tank o un laboratorio de la lectura y el libro al servicio de las organizaciones de la lectura y a la industria. Somos un grupo de gente que tiene tiempo para pensar y trabajar en los dos ámbitos.
Entre su ámbito de trabajo está la elaboración de estudios sobre el sector. Hay uno reciente bajo el título Visiones desde el libro en la era exponencial en el que se habla de la doble vertiente del sector, la emocional y artística, por un lado, y la funcional y empresarial, por otro. ¿Cómo casan esos dos conceptos ahora mismo?
En la realidad del día a día sí encajan bien, lo que perturba más es desde la perspectiva de lo que está fuera del sector del libro, como la administración pública. Los políticos tienden a ver solo la parte de lo emocional, la visión tradicional, y están cómodos ahí, porque así no tienen enfrente a otro sector tan serio o más como el aeronáutico o las telecomunicaciones. Ha tendido siempre a identificar al sector del libro más que como una industria como una gente que hace una cosa que está muy bien y es muy bonita. Eso ha calado en la clase política. En las administraciones públicas el sector del libro sólo está relacionado con el departamento de cultura, y no con este y también con el de industria. Por ejemplo, el sector farmacéutico se relaciona con el Ministerio de Sanidad, pero también con el de Investigación, con el Economía o con el de Industria. Según fuimos avanzando en el estudio vimos que surgía una necesidad y es en la construcción de una nueva narrativa que equilibre ambos sentidos.
¿Y no es culpa también del propio sector del libro, que se siente cómodo ahí y se ha dejado llevar?
Sí, le pasa todas las industrias culturales, no sólo a la del libro. Es un sector que al trabajar en algo tan valioso como la cultura le ha dado un poco de vergüenza hablar con la franqueza con la que habla otro sector industrial. Yo he estado al otro lado y recuerdo cómo se veía desde Moncloa para abajo este sector. Antes de Cultura trabajé en un organismo de I+D y había vinculaciones con el sector energético. Este se sentaba con el ministro y no tenía ninguna vergüenza a la hora de expresar cuál era su agenda de interés prioritario. Cuando el libro aparece en la oficina de la administración no tiene esa claridad. Yo lo que defiendo es que hay que equilibrar esto. Es una industria especial, no lo niego, pero para que cumpla ese papel tan esencial en nuestra sociedad es necesario que sea viable y eso implica defender una serie de grandes políticas de protección frente a quien no tiene las mismas reglas de juego. No hablo de subvenciones, sino de protección jurídica. El propio sector público ha rentabilizado esta industria, con un impacto muy positivo en el PIB, medioambientalmente más viable que otros, que genera puesto de trabajo cuya cualificación media es muy elevada… junto a esto es hiperrentable para España, desde la perspectiva de la diplomacia blanda. El sector cultural es lo mejor que tiene el país para transmitir una imagen de calidad.
¿Y en ese punto es donde entra lo que ha denominado nueva narrativa del libro?
Se basaría en que no podemos centrarnos sólo en las aportaciones y el valor que crea esta industria, en esa parte emocional, que es muy valiosa y tiene que ver con experiencias artísticas de calidad. Esto hay que integrarlo con el hecho de que al Estado y a la UE le interesa, por puro egoísmo, invertir en innovación en el sector editorial. Si no, dentro de dos telediarios, va a haber unas plataformas desde la costa oeste de Estados Unidos que van a ocupar la posición de esta industria. Podemos decir ‘bueno y qué más da’. Vale, pero la diferencia es que estas plataformas no son industria cultural. El valor que tiene la industria editorial es el contenido, la propiedad intelectual, y para esas plataformas el valor no es ese, sino los usuarios y la información que recaban de ellos para convertirse en una industria muy potente. Eso nos lleva a que no tendremos la calidad que hay ahora si no hay librerías o editoriales y saldremos perdiendo todos.
Antes ha hablado de que el sector del libro ha de lidiar con quien no tiene las mismas reglas del juego ¿Se refería a estas plataformas?
Claro, me refería a estas grandes plataformas, como Google, Amazon, Apple, etcétera. Son maravillosas y se puede aprender mucho de ellas, pero son una cosa y la industria editorial otra distinta. Y nuestra fundación fue creada para fomentar la lectura y el desarrollo del sector del libro. Tenemos que desinhibirnos, lo digital es tan nuestro como de otra industria. En el 2009 me obsesioné y dije que el mundo había cambiado porque internet era como la máquina de vapor. Sigo pensando eso, pero la diferencia es que internet o los nuevos dispositivos entonces creía que eran un antes y un después, y se iban a imponer sin más, y ahora nuestra línea de trabajo es distinta. Este sector lo que puede hacer con naturalidad en 2021 es colocar dispositivos digitales dentro de sus procesos, como la impresión bajo demanda, por ejemplo. Hay armas muy potentes que se pueden dar a las librerías y editores independientes. Sería potenciar lo analógico con lo digital.
La fundación está iniciando un estudio sobre jóvenes y lectura. ¿Cómo se buscan nuevos lectores en una enorme oferta de ocio donde leer no les resulta siempre lo más atractivo?
En esa oferta tan grande es donde está la clave del desafío. Tomar una parte del tiempo libre de esos jóvenes y conseguir que vaya a la lectura. Hay una minoría de intensísimos lectores jóvenes a la que se dirigen los mediadores de lectura, como los bibliotecarios o editores de géneros determinados. El problema es que volvemos a una situación que es casi como de hace cinco años, con un segmento de lectores muy reducido y una mayoría que no lo hace. La realidad hoy con los datos en la mano es que los jóvenes leen mucho, pero probablemente hay desafíos en materia de calidad y frecuencia con que lo hacen. Estamos en un terreno sin pisar todavía, por eso nos hemos planteado un sistema de trabajo consistente en usar herramientas cualitativas con grupos de jóvenes de distintas edades abiertos a cualquier realidad que nos podamos encontrar. La idea suele ser similar el estudio de Visiones del sector del libro: buscamos dos ámbitos de información: qué tipo de valores los jóvenes asignan a la lectura; y, dos, qué tipo de atributos. Los valores salen más en el discurso formal y los atributos en el informal.
¿Como se lleva la industria con los lectores? ¿Los escucha?
Nuestra industria creo que no demasiado. Tiene tanta presión por cuadrar la cuenta de resultados que no dispone de tiempo para buscar soluciones profundas. Hay modas en la publicación y eso sí está pasando en el caso de los jóvenes. Ahora a todo el mundo le da por editar libros de youtubers y gente influyente en las redes. Yo miraría con más intensidad a otras industrias que pueden estar reciclando una información mas útil sobre los jóvenes. Ahí tenemos el caso de Wattpad. Nació como una aplicación para leer libros gratuitos en el iPhone y fue evolucionando hacia una red social con muchos millones de usuarios que publican ahí sus obras. Esas novelas son comentadas por el resto de los usuarios, la red social más importante del mundo de lectores y prescriptores. El siguiente paso fue fusionarse con otras industrias, incluyendo la editorial. Ahí es donde uno ve que hace falta usar herramientas de otras disciplinas en el sector del libro. Yo creé los encuentros Readimagine en 2005 con esa intención, como una reunión para ayudar al sector del libro a usar herramientas del otro lado de la frontera, del sector de la ingeniería, del retail, de la televisión o de los videojuegos.
¿Y hacia dónde va el sector del libro?
Tiene que potenciar la experiencia del lector y comprador del libro para que siga siéndolo. Si yo tengo una buena experiencia en una librería independiente, eso es imbatible siempre que no me resulte complicadísimo comprar libros. Por ejemplo, si estoy confinando para mí es más fácil comprar libros en Amazon. El futuro está en potenciar las experiencias que tienen calidad, la calidad de un buen libro, un buen contenido, de un buen servicio de librerías, la magia de una biblioteca…
¿Pero eso no es mantenerse en un lado muy tradicional del sector?
Es que depende, como dijimos, de cómo equilibremos la narrativa potenciando la fuerza de lo analógico y lo humano con inserciones digitales que son necesarias para hacer viables los negocios y competir con esos colosos. ¿Qué puede marcar la diferencia? Por ejemplo, la impresión bajo demanda, donde yo le pido a la librería un libro que envía a imprimir un solo ejemplar.
¿Pero no dejaría de existir la librería tal y como la conocemos ahora?
No, porque si necesito un libro ya me lo descargo, pero normalmente vamos a ir a una librería porque nos gusta ir. A veces iré y otras no. Tenemos que darnos cuenta de esa actividad híbrida que puede ser una salida para el sector.
¿Y para el editor se acabaría la tirada clásica, de sacar un número determinado de ejemplares? ¿Y como quedaría la distribución?
A mí eso ya me lo dicen editores. Obviamente, si sacan un bestseller tremendo todavía hoy sigue siendo rentable, pero esto va a cambiar muchísimo. En cuanto a la distribución, hay una figura muy importante en Francia que es el diffuseur, que no mueve objetos, hace promoción, es algo intermedio entre el editor y el librero. Muchas empresas dependen de distribuidores clásicos, pero creo que no es viable por mucho tiempo. En términos de flujos de trabajo hay un margen de mejora que va a darle fuerza al sector. La buena noticia es que hay bastantes ámbitos de mejora y eso va a permitir que el sector plante cara a las grandes plataformas.
¿Y qué hay que pedirle dentro de este planteamiento a las administraciones públicas?
Le pediría lo que cualquier viejo liberal de los siglos XVIII y XIX: reglas del juego claras e iguales para todos, lo que tiene que ver con aspectos tributarios, de cumplimiento de la legislación y si esta no es buena, que se cambie. Esas rendijas para hacer cosas distintas al espíritu de la ley no deberían estar en manos de las grandes plataformas, como no lo están para un editor tradicional. Luego está el servicio público, que aquí tiene poca cabida salvo que pensemos en bibliotecas y educación, donde pediría que una competencia lectora potente sea requisito sine qua non para desenvolverte en el marco de aprendizaje. Después llegamos al fomento, que consiste en medidas para que terceros haga algo por el interés público, y ahora la medida básica es la subvención, y yo pediría que haya fondos significativos para tratar al sector industrial como tal, con proyectos de innovación, reciclaje, formación…
¿Cómo funcionan iniciativas públicas con presencia privada como la recientemente creada Mesa del Libro?
Estoy bastante ilusionado. Estoy en el grupo de trabajo del Plan de Fomento de la Lectura. Yo soy el autor del primer plan que se hizo, el 2001-2004. Bueno, entonces hubo muchas cosas que estaban mal y creo que estamos ahora en una ruta mucho más positiva. Veo a la directora general ilusionada y eso me ha resultado muy prometedor; estamos poniendo pilares muy sólidos. Tiene muy buena pinta.
¿Ahí también está ese margen de mejora del que hablaba?
Para nada me van a encontrar en un discurso pesimista. Hace dos años nos visitó el CEO de la Asociación de Libreros de Estados Unidos y ya hablaba de lo que se estaba montando para competir con Amazon en internet, y se veía un poco la ruta hacia el optimismo. Cada vez hay más gente a la que le gusta tener experiencias de calidad, pero además que cuando se necesita algo funcional se haga también.
¿En ese marco se inscribirían experiencias tipo todostuslibros.com? Sí, y la que se hizo en Estados Unidos, Bookshop. Son muy interesantes ese tipo de experiencias. Es una apuesta con mucha ambición y la experiencia de usuario no es mala. Hay futuro.