Molins de Rei muestra cómo el uso cultural puede salvar el rico patrimonio industrial decimonónico para dar cobijo a la Biblioteca el Molí
Que las fábricas se llenen de libros podría ser uno de los sueños de cualquier utopía. Ahora que tantas fábricas se vacían de contenido es el momento de cumplirlos en parte y evitar así también el deterioro de un rico patrimonio histórico industrial. En Molins de Rei, un municipio del área metropolitana de Barcelona, el desarrollo empresarial dejó su huella en un gran edificio que sirvió en el siglo XIX a la potente industria textil. Hoy este edificio es la sede de la Biblioteca el Molí, una moderna instalación que responde a un concepto igualmente moderno de gestión de un servicio de libros para la ciudadanía.
La Biblioteca el Molí lleva poco más de dos años funcionando y, según explica su directora, Montse Vega, destaca entre sus cualidades por ser una “gran generadora de sinergias entre los diferentes agentes culturales del municipio, con los que establece colaboraciones a lo largo de todo el año para mantener actividades o generar propuestas nuevas”.
El edificio que tanto llama la atención con su gran chimenea fue una fábrica construida en 1858 de donde salían tejidos de algodón de la firma Ferrer y Mora. Era conocida como la fàbrica del molí por el molino harinero junto al que se había construido. Ambas instalaciones aprovechaban la energía hidráulica que desde el siglo XII proporcionaba a los molinos de la zona el canal conocido como el Rec Vell.
La rehabilitación del edificio es uno de los mejores ejemplos y hay muchos de cómo aprovechar el patrimonio arquitectónico para crear una biblioteca. Molins de Rei decidió utilizar esta fábrica cerrada en los años sesenta y la más antigua que existe en la comarca del Baix Llobregat. El edificio que diseñó mediado el siglo XIX el arquitecto Josep Oriol i Bernadet siguiendo el ejemplo de la entonces puntera industria textil de Manchester se iba deteriorando una vez perdida su función.
De modo que el Ayuntamiento decidió rehabilitarlo para construir una biblioteca. De ello se encargó el arquitecto Antonio Montes Gil, que trabajaba entonces en el Área Metropolitana de Barcelona (AMB). La rehabilitación, que supuso la inclusión del edificio en el Inventario del Patrimonio Arquitectónico de Cataluña, se hizo ente 2016 y 2019.
La singularidad del edificio
El edificio mantiene parte del cuerpo que le caracterizó hace más de ciento cincuenta años. Según explica la directora de la biblioteca, se ha recuperado la estructura del interior compuesta básicamente de columnas de hierro fundido, bóvedas cerámicas y encaballadas de madera. “El núcleo de comunicaciones verticales combina el pasado, en forma de las huellas y texturas originales de los muros, con el presente, a través de un sistema de pasarelas cruzadas conectadas mediante una escalera suspendida del techo, metáfora de la polea que era movida por la antigua turbina para distribuir la energía por toda la fábrica”.

Finalista de los premios FAD de Arquitectura en 2020, el edificio destaca por la conservación de algunos elementos, como la turbina doble que abastecía de energía a la fábrica, pieza singular del patrimonio industrial, y su equilibrada combinación con otros nuevos.
Así que este es el envoltorio privilegiado en el que la Biblioteca el Molí desarrolla su función. Abrió sus puertas el 30 de marzo de 2019, de modo que no había transcurrido un año cuando ya tuvo que cerrar de forma pasajera por la cuarentena decretada ante la covid-19. El servicio depende del Ayuntamiento y está gestionado con un convenio con la Diputación de Barcelona, de cuya red de bibliotecas forma parte.
Supuso un “salto de calidad espectacular respecto a la anterior biblioteca pública del municipio”. Ocupando el sesenta por ciento de la antigua nave industrial, el espacio se multiplicó por cinco y llegó a 2.007 metros cuadrados de superficie útil. Pero su efecto no solo fue positivo en el interior y el servicio bibliotecario, sino que al estar situada en el centro de Molins generaba nuevos espacios para la ciudad.
La biblioteca cuenta con un fondo de cuarenta mil documentos y el acceso gratuito a los documentos de la Red de Bibliotecas Municipales de Cataluña. Pero la vida de la biblioteca va mucho más allá en sus tres salas dedicadas a actividades. Horas del cuento, narraciones, talleres de temáticas diversas, espectáculos, conferencies, actividades Bibliolab, citas con autores, clubs de lectura y de cine, formación en tecnologías, exposiciones… son algunas de las que detalla Montse Vega y que se realizan bajo el paraguas del Plan de Fomento de la Lectura y del Conocimiento.
La Biblioteca el Molí cuenta con setenta puntos de lectura y 39 ordenadores de uso público. Su fondo documental sin contar revistas suma 37.294 documentos, de los cuales el 88 por ciento son de libre acceso. Molins de Rei tiene 25.940 habitantes, por lo que las principales ratios indican que hay 1,4 documentos por habitante y 1,5 ordenadores por cada mil habitantes. Estos fondos aumentan cada mes con novedades con aportaciones institucionales procedentes del Ayuntamiento, la Diputación y la Generalitat.
Número de usuarios y otras cifras
Al pasado 31 de diciembre el número de usuarios ascendía a 11.059, lo que supone el 43 por ciento de la población, de los cuales 3.311 están considerados como usuarios activos. Los datos reflejan pues una elevada aceptación del servicio por parte de los vecinos. En 2020 hubo 23.384 visitas presenciales (con una media de 118 por día de servicio) y 17.647 visitas a la web www.molinsderei.cat. Los préstamos ascendieron a 33.641 ejemplares.
¿Y qué se lee en la biblioteca? En 2020 entre los libros más prestados estuvieron Patria, de Fernando Aramburu, y Los ritos del agua, de Eva García Sáenz. Los cinéfilos se llevaron películas como El renacido o La historia interminable; y el público infantil disfrutó de El meu primer Petit Príncep, de Antoine de Saint-Exupéry, o de 100 gegants : petita guia dels gegants de Catalunya, de Heribert Masana.
La directora explica que hay en marcha un moderno sistema de autopréstamo. Con él se pueden realizar préstamos, renovaciones, consultar el estado de su carné y devolver los documentos con total autonomía a través de las máquinas instaladas a tal efecto.
Todo marchaba bien en el servicio. Nueva biblioteca, edificio imponente, aceptación de los usuarios… pero a principios marzo de 2020, a punto de cumplir un año de funcionamiento, estalló la pandemia y a mediados de ese mes se impuso un duro confinamiento. El 13 de marzo la renovada fàbrica del molí cerraba sus puertas y hasta el 22 de junio no pudo volver a abrirlas.
Durante el confinamiento, la Biblioteca el Molí mantuvo activas sus redes sociales, ofreciendo recursos, recomendaciones o actividades en formato virtual. Además, gracias a la plataforma eBiblioCat se pudo mantener activo el servicio de préstamo de libros, películas y revistas durante ese periodo. En junio se comenzaron a recuperar los servicios habituales y los horarios (39,5 horas de apertura semanal) y a desarrollar prácticamente todas las actividades con las obligadas restricciones de aforo.
La Biblioteca el Molí vuelve a funcionar a pleno ritmo. El público accede a sus salas con normalidad. Es un público “de todas las edades y diverso”, explica la directora; un público que responde a los diferentes espacios habilitados para ellos: la última planta para los que quieren concentrarse; el área infantil para las familias que quieren que sus hijos escojan lecturas e incluso los bebés se inicien en el rito de los libros; las salas de actividades para aquellos que quieran compartir inquietudes.