Para escribir estos artículos quincenales sobre librerías iberoamericanas, envío a los libreros siempre el mismo y extenso cuestionario. La primera pregunta es la fecha de la inauguración. Los replicantes Cristina Sanmamed y Álvaro Muñoz, de La Puerta de Tannhäuser de Plasencia, son los primeros que me han respondido con dos: “el 21 de octubre de 2011; y en verano de 2015 abrimos la librería online www.puertadetannhauser.es”. Con ese tipo de detalles se crean las trayectorias que conducen, por ejemplo, al Premio Librería Cultural que acaban de ganar. Por si fuera poco, añaden: “en diciembre de 2018 inauguramos La Pecera, nuestra librería infantil, a unos metros; y en agosto de 2020 hemos puesto en marcha La Sala Ukiyo, especializada en literatura japonesa, manga y anime”. Añado yo: en plena pandemia.
Tuve la suerte de visitar La Puerta de Tannhäuser como autor invitado de la Conspiración de la Pólvora, la alianza que los une a Intempestivos, de Segovia, y Letras Corsarias, de Salamanca (y que hizo que las tres librerías recibieran el premio Nacional de Fomento de la Lectura). Y recuerdo que lo que más me llamó la atención, más incluso que la evidente complicidad con sus lectores habituales o su ubicación en el centro histórico de la histórica ciudad extremeña, fue la ubicación caprichosa e inteligente de los libros en las mesas y estanterías. Por eso no me extraña que a la pregunta sobre qué los singulariza, respondan: “Tuvimos claro desde el principio que queríamos tener una librería en la que al entrar el lector o lectora pueda vivir una experiencia única; no hay secciones convencionales, aunque sí tiene un orden establecido por nosotros, con el objetivo es que las personas que entren en nuestra librería recorran con calma todas las estanterías, recovecos y se dejen elegir por los libros”. Han creado su propio algoritmo. Un enigma que puede responder a su manera cada lector.
En la entrada están los cómics, la novela gráfica; después te encuentras con la poesía, la literatura victoriana, los libros musicales o cinematográficos. Un poco más allá están los libros de relatos, los volúmenes de misterio, los ensayos, los libros raros. La sintaxis o el ritmo lo crean los libros ilustrados, que están repartidos por toda la librería, y las luces de colores, que generan una atmósfera con tonos que van de Blade Runner al árbol de Navidad, pasando por el restaurante romántico, la máquina del tiempo o el burdel: ¿no es, al fin y al cabo, toda librería una casa de citas?
La fórmula sin matemática fue la acertada, porque durante los primeros años de vida dispusieron de cafetería, pero en 2017 la cerraron, porque necesitaban más espacio para más libros dispuestos con criterios secretos. Ofrecen unos 7000 títulos distintos de cerca de 1600 sellos editoriales. Algunos de los que siempre encuentran nuevos lectores son: Soy un gato (Impedimenta), de Soseki, La divina comedia de Oscar Wilde (Astiberri), de Javier de Isusi, (Astiberri), y Yo voy soñando caminos (Nórdica), de Antonio Machado e ilustrado por Leticia Ruifernández (Nordica) Pero, insisten, “hay muchos y variados libros bastante vendidos, nos hace más ilusión vender títulos de todo tipo y no siempre los mismos; se venden porque los recomendamos, los hemos leído y sabemos que son un acierto seguro”. Porque, no en vano, su cliente ideal es aquel que explora el fondo de la librería. No las tendencias o las listas: el fondo.
El replicante Roy Batty, en uno de los monólogos más famosos de la historia del cine, dice: “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais; atacar naves en llamas más allá de Orión; he visto brillar rayos-C en la oscuridad, cerca de la Puerta de Tannhäuser; todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia; es hora de morir”. Lloviznaba el día que visité Palencia. Y ahora, mientras acabo este artículo, me imagino una versión de la máquina Voight-Kampff que aparece en Blade Runner, en que a través de las reacciones corporales a ciertas palabras y preguntas, en vez de detectar si estamos ante un ser humano o ante una máquina, descubriéramos si nos encontramos ante un auténtico lector. No me extrañaría que, si dentro de un tiempo se diseña un artefacto semejante, los ingenieros se desplacen a Plasencia en busca de ideas. Allí hay una librería, con tres sedes físicas y una virtual, donde no cesan de acumular conocimiento sobre la lectura verdadera.