Editorial Páginas de Espuma
Cuando el lector despertó, el cuento todavía estaba allí. El cuento, con su estatura de novela río, siempre está allí. Es un género imperecedero que se deja querer. De hecho, el cuento, literatura de chasquido, prosa rápida, renglón redondo, es el flechazo de los libros. Lo sabe bien la editorial Páginas de Espuma, que ha cimentado su prestigio a partir de la narrativa breve. Su colección es un maravilloso hábitat donde conviven sin depredarse autores clásicos y noveles. En el mundo de las letras no siempre es necesario matar al padre.
Chejov, Maupassant y Henry James no tienen nada que temer. En la casa madre del cuento nadie pide sus cabezas. Hay sitio para todos en Páginas de Espuma, cuyo editor, Juan Casamayor, anda ahora embebido en la recuperación de la literatura femenina latinoamericana. En especial de las cuentistas (así las llama), que aportan una nueva forma de mirar al analizar el entorno con ojos de mujer. Pero no de mujer en bata, sino de mujer con canana. De mujer comprometida ideológica, política y culturalmente.
Invictas, así se denomina el proyecto de Páginas de Espuma para recuperar voces silenciadas, marginadas, apartadas del canon. La editorial prevé publicar una antología de autoras de cuentos. Serán veinte, una por país sudamericano más la aportación española. Casamayor quiere así corregir la, en su opinión, gran injusticia de su invisibilidad. El boom, explica, se construyó con mirada de hombre blanco. Hacía falta un ojo color violeta para corregir el astigmatismo.
Páginas de Espuma es ese ojo color violeta, además de una editorial independiente fundada en 1999, que aporta nómina fija a cuatro personas, factura en torno a medio millón de euros por ejercicio y publica entre 16 y 18 novedades al año. Novedades en la amplia acepción de la palabra: “Si hay algún género capaz de romper sus propias costuras ese es el cuento. Es el género más híbrido, más mestizo, el que absorbe todos los géneros”, afirma el editor.
El carácter omnívoro del cuento explica que su público sea cada vez mayor. Lo evidencian las veinte ediciones de Siete casas vacías, de Samanta Schweblin. O las siete que lleva Pelea de Gallos, de María Fernanda Ampuero. O la buena acogida de Las Voladoras, de Mónica Ojeda. O los sesenta mil ejemplares vendidos de Ajuar funerario, de Fernando Iwasaki. El matrimonio de los peces rojos, de Guadalupe Nettel es otro de los grandes éxitos de Páginas de Espuma, cuyo editor lo califica de clásico contemporáneo de la literatura mexicana.
La editorial está convencida de que también le irá bien con la recopilación del centenar de cuentos de Kate Chopin, autora norteamericana que, con El despertar, obra publicada en 1899, propinó, en palabras del editor de Páginas de Espuma, una patada en la cara a la sociedad conservadora del sur de Estados Unidos. Esta antología será “un hallazgo maravilloso”, pronostica Casamayor, que también alude a Manual de escritura del cuento como un proyecto idóneo para quienes emparentan la literatura con las mariposas en el estómago.
Con estas vigas maestras Páginas de Espuma afronta el porvenir con cierta tranquilidad. Su catálogo, apenas 300 títulos, es limitado, pero esta circunstancia, junto a su magnífico fondo de armario, le permite mirar a la crisis de soslayo. “Las decisiones que ahora tomas tienen mucho que ver con las que has tomado en el pasado”, explica Casamayor, quien alude a la prudencia y acierto que han caracterizado a su editorial para explicar el crecimiento en España durante la pandemia del número de lectores. “Más bien de lectoras”, puntualiza.