La diferencia entre un libro y un grafiti

Una ola de solidaridad respalda a los libreros de la Cuesta de Moyano tras el acto de vandalismo de un grupo de grafiteros

MANUEL MATEO PÉREZ

La diferencia entre un librero y un grafitero vándalo es un libro. O dicho de otro modo: la distancia que separa la libertad, la cultura y la inteligencia de la estulticia, el radicalismo y la carencia de toda idea por modesta que sea. En los primeros números de Publishers Weekly en Español, hace tres años, publicamos un largo reportaje sobre los libreros de la Cuesta de Moyano de Madrid, los últimos mohicanos que habían heredado sus encantadores y modestos puestos de madera de sus padres y abuelos que los abrieron hacía un siglo. En aquel texto dimos a conocer a nuestros lectores la dificultad diaria a la que se enfrentaban: falta de ventas, competencia cada día mayor, calor sofocante en verano, frío paralizador en invierno… Pocos meses después aplaudimos que su actividad fuera reconocida como paisaje cultural de la capital.

Estos días sus puestos han sido vandalizados por una caterva de grafiteros que organizados desde las redes sociales pintaron de sucias firmas las casetas de madera. A la mañana siguiente los libreros escribieron una carta a los delincuentes donde decían: «Sin conoceros, hoy nos preguntamos: ¿alguno de vosotros ha disfrutado alguna vez leyendo un libro? El libro es el vehículo de la palabra, es libertad, es conocimiento y encuentro». Y añadían: «Sabed que, cuando venís a grafitear nuestras librerías, no hacéis más que daño a quien menos lo merece. Y más que brillar por vuestros nombres, lo único que lograréis, finalmente, será matar las palabras. No vengáis de noche, a escondidas, solo a imponer vuestras firmas. Nada nos gustaría más que vinierais de día a conocernos y hablemos. Entonces os prometemos que os regalaremos algo mucho mejor: el goce de una lectura».

Una ola de solidaridad ha respaldado a los libreros. Escritores y personajes del mundo de la cultura han pedido a los vándalos que den la cara, pidan perdón y devuelvan la pintura gris original a las casetas de madera. Pero quizá eso sea mucho pedir a quien esconde sus actos con la alevosía y la premeditación que da la cobardía y la nocturnidad.

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