El orden de Caótica de Sevilla

La antigua librería Extravagante de Sevilla, que se inauguró en 2009 en la Alameda, se mudó en 2017 a la céntrica calle José Gestoso y cambió de nombre. Desde entonces se conoce como Caótica. Su fiesta de apertura el 20 de abril es recordada por el caos alegre, y bajo control, de las tres manzanas colapsadas de letraheridos. 

A los tres socios originales, Joaquín Sovilla, Begoña Torres y Maite Aragón —que es quien ha respondido a mis preguntas para este artículo—, se le han añadido otros más recientes, entre los que destaca Rafa Castaño, que además de librero es un famoso concursante de programas televisivos de preguntas y respuestas. Solamente en Andalucía se da ese fenómeno: junto con Castaño, Manuel Romero Bejarano, librero de Jerez, también se ha convertido en una celebridad por su erudición catódica. 

En la librería tienen claro que los lectores vagabundean por su topografía en busca de asociaciones inesperadas, de ecos que unen títulos, palabras clave o diseños de portada. Que entrar en una librería es como navegar por Google, pero en tres dimensiones y con los cinco sentidos. Por eso garantizan la calidad del café, exponen libros agradables al tacto, organizan las secciones según la paleta de colores de las distintas editoriales o seleccionan una agradable banda sonora de la visita, en la que —a diferencia de lo que ocurre en la pantalla— es fácil cruzarse con otros seres, afines y humanos. 

Conscientes de que una librería del siglo XXI sufre competencias feroces, Caótica siempre ha buscado la singularidad. Además de una propuesta arquitectónica llamativa y muy contemporánea, o el espacio que dedican a editoriales independientes, sobre todo de narrativa, y a los libros y revistas del sello Jotdown, lo que los hace especiales es “nuestra oferta como espacio cultural, sumando a la librería clásica espacios de cafetería, exposiciones, talleres y hasta la redacción de una revista de literatura, Mercurio”. Su naturaleza de cooperativa permite la adaptación constante, ante los retos que no cesan de aparecer. Como, por ejemplo, dar respuesta a las nuevas demandas de la clientela: “últimamente nos piden libros sobre feminismo o identidad, y también novela gráfica e ilustración, entendemos que se trata de nuevas oportunidades para convertirnos en especialistas de géneros y tendencias que no dominábamos, gracias a las nuevas necesidades de los lectores de nuestra comunidad”.

Por eso entre los libros más vendidos se encuentran Una habitación propia, de Virginia Woolf, y Todos deberíamos ser feministas, de Chimamanda Ngozi Adichie. También integran el top 10Middlesex, de Jeffrey Eugenides, Limónov, de Emmanuel Carrère, Stoner, de John Willians, los diarios reunidos de Iñaki Uriarte, y Magallanes, de Stefan Zweig (gracias a la exposición que, en el Archivo de Indias de Sevilla, recordó el quinto centenario de la primera vuelta al mundo). La mayoría de esos títulos han sido devorados por sus lectores más frecuentes y leales, que según el retrato robot de Maite Aragón, “tienen en común el gusto por la conversación sobre libros, la defensa del comercio de cercanía y la conciencia de la trascendencia de la apuesta que hacen”. 

Durante la pandemia, Caótica pasó unos primeros meses de mucha angustia, por la desorientación acerca de las ayudas que tenían derecho a recibir y por el miedo a los riesgos económicos que debían asumir; pero a partir del desconfinamiento la experiencia “ha sido muy positiva, porque no sólo hemos recibido el apoyo de nuestros lectores, también hemos notado que las ventas han subido respecto al mismo periodo del año pasado”. En los malos momentos, los libreros caóticos recuerdan los momentos estelares de la librería. Como cuando le regalaron a Paula Bonet un libro que no había leído, El año del pensamiento mágico, de Joan Didion: “eso provocó que, para nuestra sorpresa, Paula realizara tiempo después una edición ilustrada, bellísima”.

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