La reina Letizia acompañada del editor de PW en Español, Enrique Parrilla, del director de la publicación Manuel Mateo Pérez y de los responsables Antonio Martín y José María García.
Dos años y una pandemia después, las buenas cifras de ventas permiten pasar a la ofensiva a un sector que se muestra con restricciones en su feria comercial más importante de España
Luis M. Carceller
Fotografías: Nano Cañas
El libro salvó las ventas en 2020 pero la edición cayó mas de un diez por ciento
La Feria del Libro 2021 es lo que siempre quiso ser: lectores tocando libros, reconociendo autores, comprando, encontrando volúmenes desconocidos, abriéndose a nuevas temáticas. Eso es lo que el director de la Feria, Manuel Gil, define como “la erótica de la feria”, a lo que se pretende retornar pese a que no todo funcione como antes. La pandemia que estalló en marzo de 2020, que se cargó la Feria del Libro el año pasado, como tantos encuentros editoriales o de cualquier tipo, ha sido la encargada de que la cita tenga este aire extraño que muestra estos días en el parque de El Retiro.
Dos entradas con contadores de aforo, mascarillas, menos casetas, menos besos y abrazos, mas juntar puños, codos… La feria es distinta, algo extraña, sin esas largas colas de asistentes esperando a que el autor de éxito, a veces un insigne literato, otras un youtuber altivo, firme un libro. Porque firmas hay, aunque se haya intentado que sea en plan más familiar con colas adaptadas a los aforos reducidos. Existe también ese aspecto deportivo de la feria, esa competición tan divertida como denostada por los exquisitos por ver quién vende más —¿podrá alguien derrocar a los grandes favoritos, como Fernando Aramburu y sus vencejos o Julia Navarro y su ninguna parte?— o quién firma más. La feria presencial —o casi mejor, la feria a secas— permite tocar los libros, aunque se aconseje distancia entre autores y lectores.
“Ha sido muy difícil de organizar”, dice Manuel Gil mientras repasa los detalles de una feria que cumple ochenta años y que es tan de El Retiro como el estanque, el Palacio de Cristal o el monumento del Ángel Caído, aunque hace dos años y medio que no ocupaba el Paseo de Coches. La feria tiene 328 casetas, siendo las editoriales el grupo más numerosos con presencia entre ellas (184) junto a librerías (78) y grandes grupos (23). Pero en total hay presentes 1.100 sellos editoriales, entre los que cuentan con caseta propia, los que están en compartida y los que están presentes de la mano de distribuidores. La pandemia ha obligado también a modificar la distribución de las casetas, reducir la longitud y limitar el aforo a 3.900 personas, lo que ya el primer día, mientras la reina Letizia la inauguraba, hacia que se formaran las primeras colas. El primer fin de semana las colas de acceso fueron enormes, sobre todo en la entrada norte, que llegaban hasta el límite del parque y provocaban malestar entre los visitantes y preocupación entre los organizadores.
Estas reducciones dejarán la feria 2021 muy por debajo de los números que arrojó su antecesora de 2019, cuando se lograron cifras récords: 2,5 millones de visitantes, 550.000 ejemplares vendidos y diez millones de facturación. Este año se quedará algo lejos y el número de visitantes podría rondar los 300.000.
El paréntesis y el arranque
En 2019 se abrió un paréntesis sin entonces saberlo. En 2020, en plena pandemia, se decidió primero trasladar a después del verano, pero finalmente se suspendió y se quedó en una serie de encuentros virtuales que funcionan muy bien en otros modelos de feria, pero que saben casi a nada para una cita como esta. Este año la feria se puso en septiembre. ¿La mejor fecha? Bueno, parece que hay un consenso en que es así, aunque la mejor sea la primavera, de modo que esta es más bien la única fecha posible. “No vamos a discutir cuál es la mejor fecha, eso todos los sabemos, pero no podíamos realizar una feria presencial hasta ahora, así que era no hacerla o hacerla en estas fechas. Y nuestra voluntad ha sido hacerla”, cuenta Paulo Cosín, de Ediciones Morata, uno de los miembros de la comisión organizadora y vicepresidente y responsable de la comisión de pequeñas editoriales dentro de Agrupación de Editores de Madrid. Esa era la cuestión, como también dijo en la inauguración el presidente de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), Patrici Tixis, «ya el hecho de que se pueda celebrar de nuevo es algo por lo que debemos estar contentos».
¿Y ahora cómo respira el sector? “Con mucha incertidumbre, pero expectante sobre cómo va a ir la feria”, dice Enrique Pascual Pons, de la librería Marcial Pons y presidente del Gremio de Libreros de Madrid y de la Feria. Los libreros han tenido sus debates sobre la idoneidad de la feria en estas fechas, igual que lo hubo el año pasado. “¿Debate? Lo ha habido por si había que hacer feria o no, por qué modelo, por las firmas… El librero no suele ser una persona muy conformista”, añade Pascual. Pero al final se impuso hacerla y aquí está en El Retiro. No todos, claro. Están los que han ido, los que preferirían no hacerlo porque no les convence o los que no pueden porque trabajan con libro de texto y no pueden abandonar su librería. “Nosotros como organización no podíamos tampoco decir que no se celebre. Como realidad empresarial estamos en un callejón sin salida, con la necesidad de que se celebre”.
Acumulaciones libreras
Estas fechas son una acumulación en el mundo librero. Se han acabado las vacaciones y los bolsillos de los lectores han sido alegremente esquilmados por el veraneo, comienza el curso escolar y es necesario hacer caso del libro de texto y otros gastos, se acerca ya incluso la campaña de Navidad, la proliferación de novedades tampoco hace tan necesaria una feria. Quizá todo esto pueda afectar al resultado, que no es otro que la cifra de ventas. “No creo que afecte —dice Manuel Gil—. Hemos hecho una serie de estudios y preguntado a consultores. 2020 tuvo un efecto brutal en la masa de ahorro de las familias, cifra que nos retrotrae a quince o veinte años atrás. Desde ese punto de vista la feria va a tener un nivel de compradores muy alto. Dentro de las limitaciones de aforo va a ser una compra muy cómoda. Esperamos una especie de compradores patanegra que van a venir y comprar muchos libros”.
Para Enrique Pascual “hay mucha gente que ha redescubierto el placer de leer. Se ha leído todo lo que tenía en casa. Esos libros que vamos acumulando y que no llegamos a leer. Es algo que siempre nos pasa a los que compramos libros por encima de nuestras posibilidades de leer. Estos volverán a comprar”.
Si de ventas se trata no hay duda de que la Feria del Libro navega con el viento a favor. Los últimos datos registrados son muy positivos para el sector, que podría acabar 2021 con un crecimiento en torno al veinte por ciento y alcanzado cotas nunca antes vistas, después de terminar de forma mas que aceptable un 2020, uno de los peores años que se recuerdan para la economía y la sociedad en general por la pandemia, que se avecinaba negro y que concluyó con un ligero descenso del dos por ciento y con el convencimiento de que la cuarentena había creado un nuevo tipo de relación de la población con la cultura. El libro había salido ganando, aunque fuera con cambios en el formato (el gran aumento de ebooks y audiolibros) y de los hábitos de compra (por canales de internet también para el libro físico).
Se edita menos, se vende más
Sin embargo, si en ventas funciona, no se puede decir lo mismo del volumen de edición de libros, al menos en papel, porque el mundo digital sigue al alza, aunque sea muy inferior aún en cifras. Según los datos de la Estadística de la Edición Española de Libros con ISBN, el año pasado se editaron 78.422 títulos, lo que supone una caída del 12,9 por ciento sobre los que hubo en 2019. De ellos, el 66,5 por ciento corresponde a libros editados en papel, cuyo descenso fue muy fuerte, llegando al veinte por ciento. Mientras, los libros digitales, que suponen el 33,5 por ciento, registraron un aumento del seis por ciento. La producción se agilizó en el segundo semestre del año, incluso hubo un cambio de la política de lanzamiento de novedades. Esta misma información estadística revela que el número de editores con actividad en 2020 fue de 2.986, lo que supone un descenso del seis por ciento respecto a 2019, con una producción media de 26 libros por cada uno de ellos. Parece que se edita menos y se vende más.
De modo que en la feria se habla de incertidumbre, pero también de optimismo, de celebración de los libros y de lo que le rodea. De recuerdos, como el de la editora Belén Bermejo; de conmemorar fechas, como el ochenta aniversario de la propia feria y el libro presentado con este motivo bajo la edición de Pilar Eusamio; de hablar de autores con los que la literatura siempre estará en deuda, como el 700 aniversario de Dante Alighieri en el pabellón italiano que lo conmemora; el centenario de la muerte de Emilia Pardo Bazán o el del nacimiento de Carmen Laforet. La feria tiene ya unas hondas raíces, como bien se ha encargado de reflejarlo la ilustradora Andrea Reyes en el cartel de este año.
De modo que cuando la feria echó a andar los principales efectos de este año de restricciones estaban fuera, con las largas colas a las que obligaba la pandemia. Dentro las colas son distintas, formadas por los que aguardan a que los autores les firmen libros, y continúan siendo uno de los principales elementos del paisaje. Las colas que formaban el primer fin de semana las firmas de Javier Castillo, María Dueñas, Elvira Sastre, Julia Navarro, Roberto Santiago, Fernando Aramburu y tantos otros escritores eran nutridas, quizá más de lo esperado, y obligaban a organizar el paso.
En la feria los expositores pisan con cuidado y el sector se autoanaliza, se palpa la ropa y se pregunta si va todo bien después de una pandemia que, quién sabe, igual está dando sus últimos coletazos. Es también una feria de aprendizaje. ¿Cambiará algo el modelo en próximas ediciones? La tentación es decir que volverá a ser la de antes, pero quién sabe. “Yo tengo una teoría y es que las ferias virtuales se van a quedar, pero depende del modelo de feria que sea —dice Manuel Gil—. La feria de Madrid, que es una feria de venta y publico, es un modelo muy difícil de virtualizar, ahora bien, no significa que no le incorpores elementos virtuales que te den audiencias internacionales. Haces un evento en un pabellón para sesenta personas y si lo das en streaming te encuentras con tres mil”.
“La idea es volver a lo que había. Ya se está trabajando en la del año que viene y es igual que la que había—añade, por su parte, el presiente de los libreros madrileños y presidente de la Feria— Pero cuidado, también se pueden extraer algunas enseñanzas, porque es importante tener en cuenta que esto es algo que puede volver por esta pandemia, por otra o por lo que sea. Por lo menos, que aprendamos algo”.
Para los editores, especialmente los pequeños, la feria es una ocasión especial para que se conozca su catálogo. “Vamos muchos editores y vamos con todo nuestro fondo y eso es lo que hace que cualquier persona que vaya a esta feria puede ver títulos de lo más variado”, cuenta Paulo Cosín.
“El número de librerías es el que hay —continúa Cosín— y obviamente no hay cabida para todos los títulos y es normal que sea así porque el librero defiende aquellos títulos que le dan rotación. ¿Pero qué pasa con el resto que no son visibles? Esta feria es la gran oportunidad para los pequeños editores porque sus títulos pueden ser mostrados. Por eso los editores ponemos mucha ilusión en ella”. Por ahí va el concepto de bibliodiversiad —cuyo día internacional se celebra el 21 de septiembre en plena feria— con el que los editores más pequeños reclaman su espacio y su vigencia.
Un país que edita mucho es un país rico
Hueco hay. “Mi tesis es que un país que publica mucho es un país culturalmente rico y eso es posible en el caso de España porque tenemos un publico en castellano muy amplio. Lo que habría que hacer es que el público sea cada vez más lector. Que se publiquen muchos libros debería verse como una riqueza de un país”, añade Cosín.
Los editores vivieron los primeros días de la feria con optimismo. Elena Medel, de La Bella Varsovia, señaló que aún siendo pronto, los primeros síntomas eran positivos. “Estamos vendiendo sobre todo catálogo y desde luego merece la pena venir”, señalaba en el expositor de su editorial, del que sale a otras casetas para firmar ejemplares de su novela Las maravillas, una de las gratas sorpresas poscuarentena del revuelto mercado editorial de 2020.
Las restricciones no han arredrado ni siquiera a los primerizos. Desde Bilbao llega por primera vez la editorial Consonni mediante la fórmula de compartir expositor con otras editoriales, en este caso con Bellaterra (Barcelona) y Continta me tienes (Madrid). “Íbamos a venir el año pasado, pero no pudo ser por la suspensión, así que este lo hemos mantenido y, aunque haya menos gente, los primeros días están funcionando muy bien”, dice María Mur, de la editorial bilbaína.
También de fuera de Madrid y también con caseta compartida llega Libros del Asteroide. Su editor Luis Solano, cree que se respira buen ambiente pese al problema de las colas exteriores. “Puede que la gente entre con más ganas de comprar”, apunta mientras acompaña a uno de sus autores de éxito dentro de las novedades de su catalogo, Jacobo Bergareche con Los días perfectos. Asteroide comparte espacio con las otras cuatro editoriales asociadas en Contexto (Impedimenta, Periférica, Nórdica y Sexto Piso), que ocupan varias casetas unidas al modo de lo que hacen los grandes grupos.
Otras pequeñas editoriales, aunque ya se puede decir que veteranas, aceptan el juego a las diferencias entre una feria y otra, pero concluyen que pese a acudir menos gente, las ganas han hecho que la feria funcione. “Se está vendiendo bien, quizá un poco a trompicones, pero el interés no decae”, dice Irene Antón, de Errata Naturae, una editorial que abrió durante el confinamiento un interesante periodo de reflexión sobre el mundo de la edición y su sostenibilidad e hizo un paréntesis ya cerrado en su labor.
La opinión de las independientes
La misma opinión tienen editoriales independientes más grandes. Todas se muestran satisfechas del funcionamiento de la feria y del mundo del libro. El pabellón de Publishers Weekly en Español, situado en el centro de la feria, acogió el primer sábado dentro de sus programas un coloquio entre las responsables de tres de las casas más relevantes de la edición española. Por allí pasaron Silvia Sesé, de Anagrama; Sandra Ollo, de Acantilado; y Ofelia Grande, de Siruela, que además forma parte también del comité organizador de la feria en representación del gremio de editores. Las tres coincidieron en que este encuentro permite dinamizar un sector que, de todos modos, nunca, ni en los meses más duros de la pandemia, ha dejado de estar ahí.
Y si los editores se muestran optimistas, aunque cautos, las librerías otro tanto. Las ventas de libros se disparan en unas más y en otras menos. Las librerías vivieron un 2020 convulso, peleando por encontrar un hueco en el mercado electrónico, con el lanzamiento de su proyecto común todostuslibros.com.
Pero para el que quiera dejar de lado las cifras que agobian o dan esperanza, según quien las lea y cómo, quizá sea bueno echar mano del discurso inaugural de la Feria, en el que el poeta colombiano Darío Jaramillo, dio en la tecla al definirla como un “tan bien ajustado territorio de encuentro entre los libreros de la ciudad, los editores, las instituciones, las regiones y los gremios que editan”. Y eso es, un territorio de encuentro o, como diría, Manuel Gil, un espacio de cooperación vital para medir la salud del libro y descubrir si ha ganado la batalla a la pandemia. ¿Y lo ha hecho? “Yo no diría tanto, lo que sí parece evidente es que el libro está en un proceso de recuperación absoluto y la feria es un eslabón más”, responde Manuel Gil.