El libro en los tiempos del cólera

El sector cae un veinte por ciento en España por el coronavirus, pero espera amortiguar el golpe tras una mejora de las ventas después del confinamiento

Al pasar las primeras páginas del año 2020 nadie podía esperar un giro en la trama de tal magnitud. La industria editorial se preparaba para una primavera más, con las novedades listas para mostrarse en el Día del Libro o la preparación de las ferias que pueblan las ciudades salvando así el valle de ventas que supone el verano. Pero un invitado sorpresa y desagradable con nombre de ciencia ficción se coló en la fiesta y desbarató los planes. La Covid-19 se fue adueñando de los titulares, primero desde China, más tarde desde Italia y al final también en España. En pocos días, la actividad se vino abajo, el Gobierno decretó en marzo el estado de alarma, el país entero paró y, con él, las persianas de las librerías se echaron abajo y las editoriales tuvieron que cambiar de planes a marchas forzadas. La población quedó confinada y el miedo al virus y al desplome económico se extendió. Un mal panorama. Se empezó a hablar de libros que ya habían anticipado un escenario similar. Incluso comenzaron a publicarse novedades editoriales de urgencia. Títulos inimaginables un par de meses antes como Pandemia, de Slavoj Žižek, o Pandemocracia: Una filosofía de la crisis del coronavirus, de Daniel Innerarity, destacaron en los portales de internet, erigidos en las únicas mesas de novedades. Todo parecía indicar que se entraba en un túnel sin salida. Pero el golpe no ha sido en un primer momento tan duro y la vida del libro se abre paso, igual que en los tiempos del cólera Florentino Ariza encontraba la fórmula para mantener su melodrama de amores esquivos en la novela de Gabriel García Márquez.

A medida que se suspendía el confinamiento y las librerías volvían a la actividad, las señales no fueron tan negativas. La situación no es buena, pero se han corregido algunas de las pésimas previsiones con las que el sector acogió el cierre. El presidente de la Federación de Gremios de Editores de España, Miguel Barrero, cree que los datos registrados desde que se levantó el confinamiento permiten cierto optimismo. “No nos va a dar para recuperar estos tres meses, pero no nos ha ido tan mal”, asegura a PW. Las pérdidas, no obstante, son preocupantes. Cuando comenzó el estado de alarma, una valoración de urgencia de los editores hablaba de una pérdida en el comercio interior de un tercio de la facturación anual, que se situaba en años previos en torno a los 2.300 millones de euros. “Ahora calculamos que las pérdidas estarán más cerca del veinte por ciento”, adelanta Barrero. 

Claro que no todos los segmentos del libro funcionan igual. Si se habla de ficción y ensayo la recuperación está siendo más rápida, pero el mundo editorial español tiene unas ventas importantes de libros de texto que, aquejado por las incertidumbres sobre la vuelta a los colegios, no tiene muy claro a qué atenerse. En España el libro de texto supone el 33,6 por ciento de las ventas, según los datos disponibles de 2018, un porcentaje que ya venía reduciéndose en los ejercicios previos. 

Estos datos pertenecen al comercio interior, porque el exterior es aún peor y “la caída va a ser muy significativa”, según Barrero, que habla de una situación pésima para las editoriales que tienen una fuerte dependencia de Latinoamérica. “No se trata solo de las ventas, sino también del cobro de lo que corresponde a años anteriores”, añade. 

El comercio exterior de las editoriales españolas supuso 412,2 millones en 2018, una cifra que bajará mucho porque simplemente “ahora no hay mercado exterior”. 

Esta situación la corrobora el gerente de Relaciones Institucionales de la cadena de librerías El Sótano de México, Edgar Tapia. “Durante la pandemia la caída del sector está entre el sesenta y el setenta por ciento”, dice al otro lado del teléfono, ofreciendo una cifra muy dura para el mercado mexicano. De hecho, la Red de Librerías Independientes (RELI), que agrupa a treinta y cinco establecimientos de este país, habla de que un setenta por ciento de las pequeñas están en peligro de supervivencia. Mientras la pandemia se va superando “hay muchas que corren el riesgo de no regresar”. 

El temor en el mercado latinoamericano es grande. Un estudio llevado a cabo en plena crisis por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe hablaba de que un 54,4 por ciento de los agentes relacionados con el sector del libro prevé que sus ingresos del primer semestre de 2020 se reduzcan más de la mitad en relación con los de 2019, y un treinta por ciento considera que esta disminución será de entre el veintiséis y el cincuenta por ciento. Apenas quince por ciento de los participantes estima pérdidas por debajo del veinticinco por ciento.  Entre ellos, son los editores y los libreros quienes más temen las consecuencias de la pandemia. 

En España las librerías están funcionando mejor. La apertura condicionada a las medidas de seguridad ha permitido que los lectores vuelvan a ellas. Lola Larumbe, de Librería Alberti de Madrid, narra a PW cómo se vivió el inicio de la crisis: “Todo fue cerrar deprisa, cero ingresos entrantes”. Así dicho, parece un escenario oscuro, pero —y en este caso el ‘pero’ es positivo— “la realidad es que en la reapertura ha habido luces y destellos”. Como el mundo de las librerías independientes nunca ha sido fácil, desde Alberti se pusieron a trabajar para mantenerse fiel a su clientela y el mejor aliado, casi el único, fue internet. Esta librería despliega una amplia gama de actividades y en la cuarentena trataron de mantenerla de una forma distinta. Encuentros digitales diarios para niños o comentarios de libros también online se han sucedido acompañados de ventas de libros firmados, el envío de newsletters y una frenética actividad en redes sociales con mucho seguimiento, sobre todo en Instagram. 

El lector no ha fallado a su cita con los libros. Es más, el obligado encierro ha hecho aumentar su actividad. Según el estudio del Gremio de Editores El papel del libro y de la lectura durante el periodo de confinamiento por Covid-19 en España, el número de lectores frecuentes ha crecido en este periodo hasta el 57 por ciento, siete puntos más que antes de la pandemia, un aumento relevante sobre todo entre mujeres y menores de treinta y cincoaños. Además, el tiempo de lectura semanal ha llegado hasta ocho horas y veinte minutos, noventa minutos de crecimiento. “Ha sido como toda una campaña de marketing”, dice Miguel Barrero. 

El encierro no ha sido, por tanto, solo un lanzamiento para las plataformas de éxito de series de televisión o para conexiones con amigos vía Zoom. De hecho, hasta un ochenta y dos por ciento de los encuestados en el citado estudio dice que gracias a la lectura ha llevado mejor el confinamiento.  Para alcanzar estas cifras ha sido relevante la compra online. El setenta y dos por ciento de los lectores que han comprado libros lo ha hecho a través de internet. Según otros datos, el principal beneficiario de estas ventas ha sido Amazon y, en menor medida, las plataformas vinculadas a grandes cadenas de librerías o grandes almacenes. Los independientes se han llevado un escaso trozo del pastel. Pese a ello, los libreros minimizan el efecto que estas plataformas tienen en sus negocios. “El negocio de las librerías sigue vigente. Hay una masa crítica de lectores y pequeños editores, hay cursos de escritura o de edición. Hay mucha gente a la que le importan los libros”, dice Larumbe. 

Confinamiento

En pleno confinamiento, el anuncio de cierre de la librería Los Editores hizo saltar las alarmas. ¿Podrían aguantar las independientes un golpe de tal calibre? Quizá no para todas, pero la palabra crisis no parece crear tanto miedo como en otras ocasiones. “Desde que soy pequeño llevo oyendo hablar de crisis”, dice Aldo García, de la Librería Antonio Machado de Madrid. Ya se pasó otra hace una década y hay coincidencia en que fue peor que la actual. “No sé si esta crisis ha llegado a su punto álgido, pero no es como la de 2009, en la que las librerías sí sufrimos bajadas en todo”, añade. La Librería Antonio Machado ha seguido operando con su web y la sorpresa es que ha funcionado muy bien. “La web la teníamos casi desactivada. La activamos y empezaron a entrar los pedidos. Fue algo tremendo”, asegura. 

Las librerías abrieron el 4 de mayo con muchas restricciones. Y ha sido esa reapertura la que ha ido bien. Los clientes se han mantenido. “Hay una tendencia al alza —dice Lola Larumbe— con unos meses de mayo y junio muy buenos. Todo dependerá de que la pandemia siga siendo realidad en otoño o no”.

Ambos libreros trabajan con libro físico, porque luego está el negocio del libro digital, pero aquí el presidente de los editores señala que su impacto real es muy difícil de evaluar. “El impacto de la piratería es tremendo”, dice Miguel Barrero. El Observatorio de la Piratería que impulsa la Coalición de Creadores e Industrias de Contenidos refleja en su informe de 2018 que hubo en ese año 425 millones de accesos ilegales a libros en internet, lo que implica un perjuicio económico de 215 millones de euros. Al menos, este mismo informe detecta un aumento de los consumidores que acceden de forma legal a libros y la tendencia de la piratería es a la baja. En todos los sectores culturales, los accesos piratas han caído un doce por ciento en los últimos cinco años.  Pero las cifras siguen siendo muy altas y se estima que quien consume libros digitales no paga siete de cada diez que lee.

La semana de marzo anterior a que la pandemia se desbocase, la Confederación de Gremios de Libreros de España (Cegal) había celebrado en Málaga su asamblea anual. Entonces ya había constancia de las necesidades y dificultades del sector. Hablaron de una ‘Re_Evolución librera’, un concepto que se basa en la colaboración y las nuevas tecnologías. Aunque aquellas fechas parezcan lejanas, todo ello sigue vigente.

Como en tantos sectores económicos, no podía faltar la Administración. La pandemia comenzó con unas declaraciones del ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, diciendo que no habría medidas específicas para el mundo de la cultura. Luego llegaron los matices, las reuniones, los compromisos, pero al menos en el mundo del libro las ayudas están lejos de ser una solución y el sector insiste en que hay que buscar medidas estructurales con o sin pandemia: las compras institucionales para bibliotecas (que se hundieron con la crisis de 2009 y ahora las librerías independientes se enfrentan a una Ley de Contratos del Estado que beneficia a los grandes), las actuaciones para fomentar el comercio exterior, la defensa de la propiedad intelectual y el apoyo al tejido librero. 

En un momento en que la palabra incertidumbre se ha asentado como una amenaza sobre la salud pública y la economía, el futuro queda aún lejos de resolverse. “Me pregunto quién va a quedar. El sector del libro ya venía de una crisis importante y ahora esto. Vamos a ver a final de año”, subraya Miguel Barrero.

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