El sector debe poner en marcha una estrategia de certificaciones y estándares de manera inmediata
Entre los diversos desajustes que la toda la cadena de valor del libro presenta hay uno que, si era importante antes de la crisis del coronavirus, ahora se ha devenido en prioritario y urgente. Me refiero a abrazar la ecoedición y la sostenibilidad. Sería una salida verde a la crisis del sector, acercando las industrias a las nuevas preocupaciones y desvelos de la ciudadanía lectora. Si el sector hiciese un estudio de diagnóstico medioambiental de su actividad suspendería sin ninguna duda.
La industria editorial contamina, pero podría reducir radicalmente su impacto. En este punto las industrias del libro necesitan mejorar. Una producción anual de unos ochenta mil títulos, con un consumo de materia primas elevado, con unos libros que van y vienen sin control de un punto a otro, con unos vehículos de reparto altamente contaminantes, dicen muy poco respecto a la sostenibilidad medioambiental de nuestro sector. La ecoedición y la sostenibilidad hoy en día no son negociables.
El problema surge al observar que la industria no está trabajando en la definición de estándares y protocolos para toda la cadena de valor. Hay honrosas excepciones de editoriales que han incluido ya en su plan editorial la edición bajo sellos PEFC y FSC, incluso algún editor pequeño incluye la ecoedición en un plan completo de sostenibilidad y relación con los ODS (Errata Naturae). El planteamiento de esta editorial marca en gran medida la línea a seguir. Que una editorial suprima el plastificado, o edite bajo sellos de bosques certificados y con trazabilidad, o que para cubiertas utilice cartón reciclado está muy bien, pero no es suficiente.
Para dar pasos en esta línea el sector debe comprende que hemos pasado de un contexto de consumo a un contexto de relación. Si algo distingue al sector es ser tan efervescente como biodegradable, se ponen en marcha cosas que con el paso del tiempo se olvidan.
De todo lo anterior, la reflexión que debemos hacernos es: ¿no se debería articular una arquitectura global del sector en esta línea? Que algunas empresas pongan en marcha proyectos en esta línea es muy positivo, sin duda, pero no hay que caer en lo que pueden parecer “ecogestos”, abrazar decididamente proyectos de envergadura en materia de sostenibilidad y ecoedición es un reto del sector. El sector debe poner en marcha una estrategia de certificaciones y estándares medioambientales de ecoedición y sostenibilidad de manera inmediata. Incluir en la agenda del sector este tema no parece aplazable. El problema es que hay que revisar la cadena de valor en su conjunto, desde las imprentas gráficas al momento en que un lector compra un libro en una librería.
No solo hay que medir lo que se contamina, sino publicarlo y compensarlo. Y definir planes de mitigación. Una respuesta global de las industrias del libro las haría presentarse ante la sociedad enarbolando valores hoy muy importantes para muchos lectores y compradores de libros, y también de cara a los poderes públicos, que deben ya incorporar elementos de sostenibilidad en las licitaciones públicas.
Los viejos procesos de impacto ambiental
Casi desde su origen, la industria editorial tradicional ha estado basada en un modelo de producción ligado, inevitablemente, a procesos cuyo impacto ambiental fueron en su momento tolerables, porque no existían opciones alternativas, pero que hoy pueden y deben ser repensados apostando por soluciones no solamente sostenibles, que sería lo más sencillo, sino reusables, por respuestas globales que comprendan toda la cadena de valor del mundo del libro como un flujo que debe comenzar y acabar en el mismo punto, en el de la reutilización de los materiales inicialmente empleados. En cierto modo repensar la economía del libro desde principios de economía circular. Este modelo económico es la intersección de los aspectos ambientales, económicos y sociales. El sistema lineal de nuestra economía (extracción, fabricación, utilización y eliminación) ha alcanzado sus límites. Se empieza a vislumbrar, en efecto, el agotamiento de una serie de recursos naturales y de los combustibles fósiles.
No parece que en España las industrias del libro se hayan tomado todavía muy en serio el enorme impacto de su trabajo sobre el medioambiente. Las librerías de Madrid han comenzado a estudiar el tema, pero el problema surge al observar la interdependencia de los eslabones de la cadena de valor del libro, o se hace un proyecto global o las iniciativas de una industria en particular tienen poco desarrollo. Durante dos siglos hemos creído que pueden capitalizarse los beneficios y socializarse los perjuicios, porque hemos entendido nuestras prácticas económicas como algo ajeno al mundo del que formamos indefectiblemente parte.
Considero que hay que empezar a pedirle a las editoriales que incorporen una información precisa en los créditos del libro de los consumos energéticos y de combustibles que la publicación de ese libro ha producido.
En el etiquetado debería aparecer en la página de créditos de cada libro la huella de carbono generada, y los GEI —Gases de efecto invernadero— emitidos a la atmosfera a lo largo del ciclo de vida de un producto (kg CO2e). Si se definiese un estándar la ecoetiqueta del libro podría incorporar también el consumo de agua, por ejemplo.
La propuesta que parece razonable implementar por todas las empresas del libro pasa por estas líneas: Apoyar la redacción de un plan estratégico de ecoedición y sostenibilidad del sector del libro. Calcular y auditar regularmente nuestras emisiones de carbono, con estudios de auditorías anuales independientes y fiables. Comunicar nuestros resultados, e implementar planes de reducción. Trabajar únicamente con proveedores que tengan certificaciones medioambientes y compartan nuestros valores. Incrementar nuestra utilización de papel reciclado o certificado, de preferencia con el sello PEFC o FSC. Poner en marcha ante la sociedad civil una campaña de sensibilización sobre el tema explicando los avances en sostenibilidad de las industrias del libro. Instar a los poderes públicos a incluir cada vez más en las licitaciones elementos de sostenibilidad medioambiental.
Sin desarrollo sostenible no hay futuro. Esto implica repensar nuestra manera de vivir en este mundo, significa replantearnos cómo hacemos las cosas y aceptar nuestra responsabilidad hacia las generaciones venideras. Sin duda, es un reto complejo, pero no imposible. Asistimos a la mayor disrupción de la historia, la descarbonización de las sociedades, que afecta a todas las industrias, incluida la nuestra.
En definitiva, la crisis generada por la pandemia ha reafirmado la idea de que una economía respetuosa con el medio ambiente y solidaria con las personas no sólo es necesaria, sino también rentable económicamente, y socialmente muy deseable. Considero que una revista del prestigio internacional como Publishers Weekly en Español puede ayudar mucho en este tránsito, publicando artículos sobre el tema y editando la revista bajo parámetros de ecoedición. PW podría ser el ejemplo a seguir y marcar tendencia. Como colofón se puede comentar que la Feria del Libro de Madrid puso en marcha en 2017 un plan de sostenibilidad, pudiendo decir en la actualidad que es una feria neutra en carbono.