Jordi Panyella y Manuel Gil
No se sabe. Hemos realizado un ejercicio empírico para establecer una cifra, sin pretender convertir este dato en objetivo y riguroso. La cifra a la que llegamos es de 79.253 toneladas de CO2. Esa es la cantidad de emisiones de la industria española del libro durante 2021, un año en el que se publicaron 198.132.000 ejemplares en total. Estimando una media de 400 gramos (discutible, pues puede ser mucho más, pero este es un valor usado por la industria editorial alemana) de CO2 por ejemplar la cifra resultante son estas 79.000 toneladas.

Cualquier persona lectora tiene derecho a conocer la contaminación de cada ejemplar que lee. En realidad, cualquier persona tiene derecho a conocer los impactos ambientales de todas las actividades en la que se ve implicada. Quizá el problema es que nos falta alfabetización carbónica (o ambiental) y no sabemos dirimir si cuatrocientos gramos por ejemplar, o si 79.000 toneladas al año es mucho o es poco. Vamos a compararlo con algunas cifras.
Según Joana Moll, artista e investigadora del impacto ambiental de la digitalización, cada segundo que utilizamos Google estamos emitiendo 500 gramos de CO2 a la atmósfera. Si cada persona de España utiliza este omnipresente buscador una media de diez segundos al día, el total de emisiones anuales llega a las 220.000 toneladas, o sea casi cuatro veces la que emite la industria del libro. Otro ejemplo: según datos de la ya clausurada cuenta de twitter @Celebjets las emisiones por jet privado de la celebrities tenían una media de 3.200 toneladas. O sea que veinte personas famosas emiten lo mismo, sólo son sus aviones privados, que toda la industria del libro en España.
Si observamos los datos de la industria editorial alemana podemos leer en Börsenblatt, la revista especializada de la industria del libro alemán, la cifra de 167 mil toneladas a partir de una media de 400 gramos y 420 millones de libros producidos. Aunque la industria del libro (y la cultura en general) sean actividades comparativamente bajas en emisiones, tienen un potencial de sensibilización con el que hay que responsabilizarse. Para ello, debe aunar contenido y continente, establecer medidas de minimización urgentes y comunicarlas al público lector. El libro ecológico no existe, pero sí que existe el libro que minimiza su impacto. Vamos a ver cómo.
Según el Análisis de Ciclo de Vida de un libro en papel realizado en el marco del proyecto Greening books, en el proceso de producción de un libro, la distribución es responsable del 16,4 por ciento de las emisiones. Esto implica el transporte de las materias primeras y el transporte de la mercancía a los puntos de venda. Es muy importante, entonces, que las editoriales se comprometan con la producción local. Esto significa producir en el mismo territorio que se va a distribuir. Que una editorial española imprima en un país asiático incrementa su huella de carbono en un 700 por cien, y en Eslovenia en un 200 por cien. Puede que la deslocalización de la impresión sea una práctica ya en retroceso, pero si la hay, hay que minimizarla.
Si hablamos de distribución, también hay que hablar del modelo de consumo, y en el escenario post-pandémico, no podemos dejar de enumerar la insostenibilidad de la compra online. En 2022, en plena crisis por el aumento del precio del papel, trascendió la noticia de la gran adquisición de cartón por parte de Amazon. El ecosistema del libro, que con tanto orgullo hablamos de la durabilidad de nuestro producto (media de 35 años según el proyecto Greening Books) pasábamos de repente a utilizar un cartón con una vida útil de tres días, desde su fabricación, hasta que la persona que ha adquirido el libro lo desenvuelve y lleva el cartón al contenedor azul. La compra online de libros en papel representa entre el 20 por ciento y el 23 por ciento del comercio del libro. Si proyectamos ese dato sobre la cifra de ejemplares vendidos en 2021, 174 millones de ejemplares, obtendríamos la cifra de cerca de 34 millones de libros comercializados por e-commerce, es decir, enviados mediante furgonetas y paquetería a los domicilios de los lectores, un tema de dudosa sostenibilidad.
Un internet nada verde
Lo que resulta evidente es que el canal internet ha crecido quince puntos en la última década y como canal de comercialización no es nada verde, con un coste medioambiental muy alto. Pensemos en un transporte multimodal: avión, camión en carretera, furgoneta de reparto que atraviesa la ciudad en hora punta y que hoy por hoy no son eléctricos… Asistimos perplejos a una loca carrera de entregar cada vez más rápido. Ya no hablamos de «compra hoy y recibe mañana». Estamos ante un delirio de «compra ahora y recibe en una hora». De seguir así llegaremos a «compre hoy que recibirá ayer». Pensemos también en el tema de desechos: cartón de embalaje, plástico, etiquetaje… También es habitual que en una compra de varios productos el envío sea fragmentado en varias entregas. Si a cada ejemplar enviado le sumamos unos ochenta gramos de cartón del paquete, imaginen, de repente, la cantidad de materia efímera que pasamos a generar. Además, la distribución de la compra online, supone un sobre exceso de movilidad en las ciudades preocupante.
Un segundo criterio importante para minimizar los impactos ambientales de la industria del libro tiene que ver con el papel. Según el estudio de Análisis de Ciclo de Vida citado anteriormente, el uso de papel es responsable del 49,4 por ciento de las emisiones de cada libro. Para minimizar esta huella, la propuesta es utilizar papel reciclado y/o con la certificación de gestión forestal sostenible FSC o PEFC. El papel reciclado supone una reducción del diez por ciento respecto al uso de papel proveniente totalmente de fibra virgen. Por su parte, las certificaciones de FSC y PEFC garantizan el origen y gestión forestal sostenible de los bosques. En la actualidad, casi el cien por cien de las imprentas españolas ya trabajan sin problema con este tipo de papel, y empieza a ser obligado para varias subvenciones.
Y finalmente, como tercer criterio tenemos el cálculo y comunicación de la huella de carbono por ejemplar. De la misma manera que establecemos un presupuesto económico para el funcionamiento de la empresa, cada editorial podría establecer un presupuesto de carbono anual. Visibilizar la huella de carbono en los créditos de cada libro cumple una función de transparencia y de sensibilización. Pero además, tenemos herramientas que no sólo nos darán una cifra, sino que nos ayudarán a tomar medidas de minimización. Es el ejemplo de la bookDAPer, una calculadora de carbono resultante del proyecto Greening Books, que es específica para el sector editorial, y que con unas tablas de significancia da pistas sobre las fases del proceso en los que podemos aplicar medidas de ahorro.
¿Y cómo compensar el daño?
Ya hemos dicho que el libro ecológico no existe. Como casi cualquier actividad humana, siempre tendrá un impacto ambiental. Pero también tendrá un impacto cultural que entendemos como positivo. Así, una vez hemos minimizado al máximo la huella de carbono, queda la opción de la compensación. De la misma manera que establecemos unos criterios de minimización, debemos establecer unos criterios de compensación para que estos no devengan acciones de greenwashing. Y tampoco debemos olvidar que en un contexto de descarbonización de la economía, tanto los bosques, como los libros, son repositorios de carbono. Según la papelera Holmen, por cada tonelada de papel fabricado, se ha capturado una tonelada y media de CO2.
La ecoedición es un consenso. Un consenso que opera como una carpa en la que confluyen muchas formas distintas de hacer bien una misma cosa. En España se están dando algunos pasos importantes en todos estos sentidos, aunque es imprescindible una aceleración general del sector. A parte de las editoriales e imprentas que están aplicando políticas ambientales, sólo en 2022, por ejemplo, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico presentó su Guía de ecoedición, un manual para la administración pública con medidas concretas y sus indicadores de seguimiento. Ese mismo año se presentó en Catalunya el Institut de l’Ecoedició, una entidad que tiene por objetivo investigar, divulgar y verificar las prácticas de ecoedición a través del Sello de la ecoedición. Este sello, verifica las medidas que, no a muy largo plazo, serán de obligado cumplimiento, al menos en Catalunya, para poder acceder a las ayudas públicas a la edición de libros. El Institut de l’Ecoedició es la entidad que ofrece la bookDAPer, la calculadora de carbono que hemos citado anteriormente.
El margen de maniobra que indica el último informe del IPC de la ONU implica una reducción de 7,6 por ciento de emisiones anualmente durante ocho años, o sea, deberemos pasar de las 79.000 toneladas en 2022 a unas 30.000 toneladas en 2030. ¿Es eso posible? ¿De que manera? Con los criterios que hemos apuntado en este texto, creemos que sí.
La conclusión
Del mismo modo que hace unos meses la IPA (Asociación Internacional de Editores) y la FEP (Federación de Editores Europeos) publicaron una declaración conjunta denominada “Publishing 2030 Accelerator”, y cuyo titular era Se acabó el momento de hablar, la idea de la declaración era la de «acelerar la ejecución editorial en sostenibilidad, en relación con la crisis climática». Se basa en un manifiesto que anuncia la ambición de los signatarios de «impulsar un cambio sistemático dentro del sector editorial», un proyecto de un año destinado a «apoyar y probar ideas en etapas iniciales que contribuirán positivamente a la sostenibilidad del sector editorial en general».
En esta misma línea parece perentorio pedir a la edición española, por la emergencia del problema, una estrategia conjunta sectorial. Si la sostenibilidad ha devenido en un tema crítico para una reingeniería del sector en los próximos años, observamos imprescindible un proyecto conjunto del sector para definir certificaciones, estándares y líneas de trabajo en torno a la ecoedición y sostenibilidad, como así está ocurriendo en la industria del libro anglosajona y alemana. Dar los pasos inmediatamente para avanzar en una ecorresponsabilidad social exige ser transparentes y definir un plan global de sostenibilidad. En definitiva, tomarse en serio el problema.
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Jordi Panyella Carbonell es editor en Pol·len edicions, entidad co-fundadora del Institut de l’Ecoedició de Catalunya
Manuel Gil es miembro del Consejo Editorial de Publishers Weekly en Español y autor del blog Antinomiaslibro.