Caniche no es una editorial al uso. El modo en que se puso en marcha tiene mucho que ver con un acto que sus editores califican como “asalto” allá por septiembre de 2015 y que consistió en una muestra del artista Raúl Domínguez en la que probablemente sea la última carbonería tradicional en el centro de Madrid. Ahí empezó su libro.
Sin nombre ni pretensión de llegar más allá de un texto que acompañase aquella exposición en el Madrid de hace cinco años surgió una nueva aventura editorial: “Comenzamos a hacer libros, concibiéndolos en la mayoría de los casos como una obra compleja y total, casi como un soporte de exhibición, pero también de pensamiento”. Así lo explica Patxi Eguiluz en nombre de sus cuatro socios que han conformado un equipo de lo más variado en cuanto a procedencia y experiencia profesional. Sus profesiones van desde la arquitectura y el derecho a la industria y la agricultura.
Aunque no tuvieran el propósito concreto de montar una editorial se resisten a considerarse estrictamente editores. Han puesto gran empeño en una experiencia fructífera que ya ha logrado sobrepasar la veintena de títulos en el mercado. Haciendo “encaje de bolillos” han conseguido mantenerse a flote y al menos autofinanciarse. Cada proyecto es una aventura en la que embarcarse y establecer importantes vínculos con la obra y su autor. Sin una receta que seguir, una intervención creativa puede dar como resultado un libro y a la inversa. Los roles, los límites y las atribuciones resultan permeables y enriquecedoras en cada uno de los proyectos editoriales de Caniche. Concebir el libro como una obra compleja y total les lleva a que se convierta en el soporte de exhibición de la obra de un artista y también de su pensamiento.
Reconocen que es difícil saber si el libro va a venderse bien. Y en esa tesitura se han llevado algunas alegrías como les ocurrió con Historia de la Fuerza, de David Bestué. Ese particular punto de vista del escultor que hace un repaso de la historia de las infraestructuras y la ingeniería en nuestro país a ellos les resultó apasionante. Pero la incógnita de cómo lo recibiría el escaso público que podía interesarse por él se resolvió con una edición de trescientos ejemplares agotada a los pocos meses.
Con dificultad se podría resumir cómo esta pequeña editorial saca adelante proyectos tan originales como fue el de uno de sus primeros libros The way things go, de Paula García-Masedo, y a partir de las instrucciones de los productos de bricolaje acabó encuadernado en gotelé. De aquí tomarán al “asalto” las paredes de una galería de arte de Madrid, que previamente vaciada, fue repintada con ese acabado tan denostado. Así tomó forma otro libro de la propia Paula y de Andrea González titulado Proyecto para la recuperación de paredes lisas de galería de arte. Dicho de otro modo: A las explicaciones propias de una oficina técnica de un estudio de arquitectura se sumaba una historia alternativa de España a través del gotelé.
Estar receptivos a las experiencias artísticas más variadas, sin prejuicios, es lo que da un valor añadido a esta ósmosis que se produce entre el proceso editorial y el proceso artístico. La apariencia convencional de The (Invisible) Art of Documenting Art, de la artista Cristina Garrido es para sus editores “un soberbio libro de artista, una obra total en sí misma”, una reflexión que cuestiona necesariamente un mundo, como el del arte contemporáneo, sobrecargado de imágenes.
Caniche ha puesto su granito de arena colaborando con el colectivo «Debajo del Sombrero», una plataforma donde los creadores, sus principales protagonistas, son las personas con discapacidad intelectual. X, Y, Z, t, el atlas con los mapas de Andrés Fernández es un trabajo que no puede más que causar el asombro y admiración de quien lo tenga.
Esa labor de aliento y soporte de creación se lleva a cabo con un sistema de autogestión que caracteriza a las pequeñas editoriales de libros de artista. La venta se realiza a través de la página web y de los importantes intentos de colocar su producción en unas cuantas librerías. Desde hace unos meses se ha visto reforzada en uno de sus puntos más flacos por la distribución de Machado, lo que incide positivamente en sus resultados económicos, pero sobre todo deja más tiempo para adentrarse en nuevos proyectos.
La editorial madrileña ha iniciado una línea de textos titulada Letra Caniche dedicada al ensayo y la crítica que pretende dar un espacio visible a artistas, críticos y pensadores para que cada uno aporte su reflexión sobre el campo que le sea más cercano. Abrió el fuego Txomin Badiola, con Malformalismo, un ensayo de ficción autobiográfico. Después llegó Cháchara y otras historias de arquitectura, del arquitecto y editor Moisés Puente. Y la intención es dar continuidad con autores con los que ya están trabajando en libros que esperan salgan en breve.
A pesar de ser conscientes de que el panorama se presenta complicado reconocen que “ahora mismo el mayor reto es mantener el impulso y la energía para continuar sirviendo de vehículo entre un creador en su pugna por comprender el mundo y el público”. Y añaden: “Como editores debemos seguir siendo capaces de convertir la huella que dejan los creadores en una materia prima fértil para todos”.