“Lo más subversivo ahora es resistirse a las tentaciones consumistas de la industria del entretenimiento”
Los Premios Formentor se mantienen fieles a palabras como literatura, excelencia y calidad literaria. Estos tiempos de nuevas tecnologías y obsesión por el gran best-sellers no le afectan. Basilio Baltasar es el director del Fundación Formentor, encargada de otorgarlos, y él mismo mantiene un culto estético al lenguaje en cada respuesta que da en esta entrevista. Se mantiene así el exigente nivel de la exquisita nómina de escritores premiados de los once últimos años, el último de los cuales es el argentino César Aira, que recibirá su galardón en Túnez el próximo mes de octubre. El premio sale este año de Formentor, donde el hotel en el que se celebraba ha sido vendido y será remodelado. No es la primera vez. En la primera etapa del premio, en los años sesenta, ya fue de viaje por el Mediterráneo y algún otro enclave europeo, obligado entonces por el asfixiante clima que la dictadura franquista imponía. Ahora han sido motivos mercantiles, pero sigue habiendo, pese a los cambios políticos y sociales, un aroma de subversión; un aroma de buena literatura.
El Premio Formentor se entregó por primera vez en 1961, después de que en este enclave mallorquín se iniciaran las Conversaciones Poéticas. El premio se convirtió solo dos años después en itinerante y viajó por Corfú, Salzburgo, Valescure (sur de Francia) y Gammarth (Túnez), pero no logró superar la década. En el siglo XXI se retomaron las conversaciones primero y el premio después. En 2011 se entregaba el primero de esta segunda etapa al autor mexicano Carlos Fuentes y así hasta llegar a César Aira. Este año el premio, que cuenta con el mecenazgo de las familias Barceló y Buades, ha vuelto a sus orígenes en dos puntos: recupera el nombra de Prix Formentor y se vuelve itinerante, como en aquella década de los sesenta. En diciembre de 2020 se creó la Fundación Formentor, una vez que la Fundación Santillana (de la que Basilio Baltasar fue director), del que dependían las conversaciones, se centrara en la educación. Basilio Baltasar habla a Publishers Weekly en Español de estos premios, de la vigencia de los objetivos con los que se creó y de otros asuntos relacionados con el mundo del libro.
—¿Cómo cambia el Premio Formentor en esta nueva fase?
—Lo que cambia es el escenario, no la filosofía, ni el propósito del premio. Durante estos años hemos desarrollado los principios del Premio Formentor, la búsqueda de la excelencia y de la calidad literaria, una alianza estética alrededor de la alta literatura. Entre sus objetivos figura rescatar la autoridad artística de la alta literatura… Eso es exactamente lo que nos propusimos. La industria del ocio tiene poderosos instrumentos de promoción de sus productos para ocupar el tiempo “libre” de los ciudadanos. Nos parecía que debíamos contribuir a reforzar la posición, prestigio e influencia de las bellas y buenas letras.
—¿Y no temen que se les tache de elitistas en estos tiempos?
—Hay un equívoco lingüístico que podemos ayudar a resolver. Hay un movimiento antiintelectual que desde la industria del entretenimiento ha convertido a la palabra élite en una acusación. En realidad, la minoría que lee y que busca la complejidad de los textos no tiene pretensión de ser una élite dominante. La minoría que lee literatura culta se imagina y se desea en expansión horizontal. Esta distinción nos ayuda a mantener mejor las preocupaciones del Premio Formentor. Eso que consideramos literatura de calidad es la que deseamos respaldar y difundir. No hablamos desde la cúspide de una pirámide como élite, sino a ras de suelo como minoría fascinada por la literatura.
—También se refieren a la necesidad de descartar los caprichos del mercado. ¿Puede la literatura vivir al margen de ellos?
—Citamos a los editores que hacen fructificar su negocio editando literatura. Precisamente los tres editores que están en el comité de honor de la fundación [se refiere a Jorge Herralde, Antoine Gallimard y Roberto Calasso] hacen fructificar su negocio publicando literatura exquisita.
—De modo que se demuestra que es viable.
—Bueno, hay esas tres poderosas editoriales que son realidades tangibles y prósperas. No es un deseo, sino una realidad. Esos catálogos de literatura, ensayo y arte tienen un público extenso y lo suficientemente expansivo como para sostener empresas editoriales de tanto prestigio y tanta solidez como las que hemos mencionado.
—El ultimo galardonado, César Aira, podría ser un ejemplo perfecto de esa literatura exigente. ¿Qué destacaría de su obra?
—En el acta los miembros del jurado hemos hecho una síntesis conceptual que defina lo que en Aira es inesperado y sorprendente. Hemos enunciado alguno de los conceptos que nos llevan a reconocer su obra como esencial: la infatigable recreación del ímpetu narrativo, que hace alusión a ese trabajo continuado de cuarenta años sobre más de cien novelas; la versatilidad de su inacabable relato con personajes, situaciones argumentos y tramas siempre nuevas y transformadas, y, algo que consideramos notable, la ironía lúdica de su impaciente imaginación.
—¿Por qué se han recuperado las características de la primera etapa como el nombre y la itinerancia?
—La itinerancia viene dada por el hecho de que al venderse el hotel y empezar las obras no podemos, al menos en los próximos tres años, instalar allí la ceremonia de entrega del premio y era una buena ocasión para retomar ese circuito nómada que ya el premio emprendió en los años sesenta. La recuperación del nombre es porque originalmente se llamaba Prix Formentor, así estaba escrito en el sello antiguo, en francés, y lo hemos recuperado como una marca de la nueva época nómada. Diez años después de haberlo restaurado, pero coloquialmente seguirá mencionado como premio Formentor.
—¿Habrá nostalgia del hotel?
—Formentor es una de las conjunciones de paisaje, historia y cultura más sorprendentes y raras. Es el cruce entre la historia literaria de la imaginación narrativa, arraigada en el paisaje, la belleza natural, la resonancia de los griegos y los romanos que de alguna manera podemos ver revolotear cuando nos paseamos por la península de Formentor. Todo eso nos ha llevado a una especie de melancolía que tendremos que subsanar de alguna manera. Formentor es un nombre de etimología confusa y firmemente enclavado en la toponimia de la isla mallorquina.
—En la primera etapa del premio en los años sesenta se había viajado también por el Mediterráneo principalmente. Este año el premio se entrega en Túnez. ¿En los próximos también se buscarán enclaves mediterráneos?
—Todavía no hemos hecho el programa completo de la itinerancia. De año en año iremos eligiendo los lugares más pertinentes y estimulantes y desde luego el Mediterráneo, como Formentor, es un escenario donde todas las resonancias de cultura, literatura, creación y arte tienen la condensación adecuada. Son el mejor escenario posible para un premio comprometido con la historia de la literatura.
—En las raíces del premio en los sesenta aparecen nombres como Carlos Barral, Jaime Salinas o Camilo José Cela. ¿Qué queda del espíritu que les movió a ellos?
—Tenemos dos proyectos, uno el premio y el otro las conversaciones literarias. Cela impulsó en 1959 las conversaciones poéticas, de las que las que las conversaciones literarias son herederas; y Carlos Barral, con los editores europeos Einaudi, Gallimard, Rowohlt y tantos otros, impulsó el premio. Desde que empezaron a organizarse las conversaciones en 2008 y el premio en 2011 hemos sido fieles al espíritu de conversación, deliberación, encuentro, pluralidad de voces, capacidad para entender y descifrar. Ha sido un ejercicio permanente de lectura, interpretación y asombro de todo ese gran abanico de las letras y la creación.
—En los sesenta parecía un ejemplo de rebeldía política y estética sobre lo que era España entonces ¿Existe ese ánimo de agitación cultural ahora?
—Lo que hoy puede ser más subversivo es resistirse a las tentaciones consumistas de la industria del entretenimiento y a la seducción de la facilidad y la comodidad. Nos corresponde reconocer las obras literarias que consideramos de calidad y, por lo tanto, exigir del lector un esfuerzo comparable al del autor. Vamos a sostener el mismo espíritu, pero respondiendo a los dilemas y disyuntivas de nuestro tiempo. La rebelión literaria contra la ignorancia tendrá siempre su sentido.
—¿Cómo ha cambiado en estos diez años de la segunda etapa del premio el panorama editorial y literario?
—El gran salto fue entre la primera época (1967) y esta segunda (2011), pero en esos últimos diez años quizá lo más destacado en España es el aumento de las llamadas pequeñas editoriales independientes. Con un gran compromiso cultural y grandes afinidades estéticas, publican libros imprescindibles. La aparición de editoriales independientes ha sido uno de los rasgos más notables a lo largo de estos diez años, lo cual confirma el espíritu de Formentor. En las conversaciones literarias del año pasado invitamos a algunas de estas editoriales. Elaboraron y firmaron una declaración que destaca la aportación de las editoriales independientes a la vitalidad de la cultura.
—¿Peligran las conversaciones literarias con la pandemia?
—El pasado mes de septiembre, en plena pandemia, organizamos las conversaciones de Formentor con la conciencia de contribuir a un acto de resistencia cultural. Fueron muchos los inconvenientes, pero consideramos necesario dar testimonio público de un compromiso con la cultura y la continuidad, no encerrarnos, no quedarnos en casa, no resignarnos. Este año vamos a pensar cómo podrían tener continuidad las conversaciones.
—El sector editorial dice que está relativamente satisfecho pese a la pandemia porque se ha leído más. ¿Comparte esta visión?
—A juzgar por lo que dijeron en Formentor los editores, parece ser que la cifra de ventas se ha mantenido estable con alguna pequeña oscilación y eso ya da fe de que el ciudadano ha descubierto de nuevo los poderes redentores del libro.
—¿Qué le parecen las nuevas formas de consumir cultura, como el streaming, los podcasts, los audiolibros…?
—Respecto a las ofertas de la innovación tecnológica soy bastante escéptico. Quizá sean herramientas con cierta utilidad, pero en modo alguno deben sustituir el diálogo íntimo del lector con el libro. La lectura es el mejor ejercicio cognitivo para el desarrollo de la inteligencia, la sensibilidad y el conocimiento.
—¿Qué le pediría a la política cultural?
—Reforzar la política nacional de respaldo y dinamización de las bibliotecas públicas. Repensarlas como centros de actividad cultural y enriquecer su equipamiento con la compra sostenida y abundante de los libros a las editoriales. La red nacional de bibliotecas se puede transformar en una red de centros de difusión y actividad literaria que aportaría vitalidad al panorama cultural.
—Volviendo a los premiados, después de escritores en idioma rumano, francés y holandés, ¿hay un regreso al idioma español con César Aira?
—El campo del Premio Formentor son las lenguas europeas. La fuerza y la potencia de la literatura en inglés es suficientemente notable y robusta como para que no necesite el respaldo del premio Formentor, que se dedica precisamente a las otras lenguas europeas. En los últimos años se ha entregado el premio a Roberto Calasso, Mircea Cărtărescu, Annie Ernaux y Cees Nooteboom y ahora ha sido a Aira. Pero no es un retorno, es tener sobre la mesa el gran paisaje de las lenguas europeas y hacer una investigación y una búsqueda intensa de aquellos autores cuya obra pueda ser reconocida como una notable creación del talento literario.
—Quizá hay pocas mujeres en la relación de premiados…
—El jurado emprende una búsqueda y considera el difuso don de la oportunidad. Su objetivo único y primordial es la literatura, la escritura, la invención de una voz singular. Quizá podamos destacar que existen los premios institucionales que hacen cada año una gran aportación a la cultura (el Cervantes o el Princesa de Asturias), también están los premios de las editoriales que aportan dinamismo, novedad e intensidad; y luego hay un premio como el Formentor. Regresamos al mapa de la cultura europea con vocación de complementar lo que ya existe. Con una radical independencia de criterio, atento únicamente a los valores narrativos de la literatura, fiel al espíritu fundacional de aquellos venerables editores.