Anónima: nuestra librería en los Pirineos

No se me ocurre una librería de Aragón menos anónima que la librería Anónima.  Ganadora del Premio Librería Cultural en 2008, veinte años exactos después de su inauguración, es más bien un secreto a voces, un motivo de orgullo para la ciudad de Huesca, la puerta de entrada a los Pirineos, una de las librerías más conocidas, entre los amantes de los libros, de España.

Le pregunto a Chema Aniés quiénes son las personas que están al frente del negocio y responde: “Somos Marta, Ana y Chema, y muchos amigos que nos ayudan anónimamente”. Ese perfil modesto se constata en el propio local, sobrio, en una planta baja de cuarenta metros cuadrados, sin pretensiones, pero decorado con gusto exquisito y repleto de libros. 

Su ordenación ha variado mucho en estos más de treinta y dos años de existencia. En los 90 parecía la biblioteca de un estudiante de filología hispánica,  según me cuentan sus libreros, llena de clásicos y ordenada cronológicamente. Ahora es una librería moderna, que muestra con orgullo tanto libros de editoriales aragonesas (como Contraseña) como de los sellos más indies o emblemáticos de la edición en castellano.

A juicio de Aniés la acción y la colaboración son los motores del proyecto: “Colaboramos con organizaciones e instituciones de todo tipo, muy variadas y que son activas en el mundo cultural, desde la Agrupación Astronómica local, que es incansable organizando congresos, hasta el colectivo de mujeres feministas, que proyecta un festival de cine en la ciudad desde hace veinte años, pasando por  bibliotecas, institutos, sindicatos, gentes del arte… La necesidad, nuestra y de ellos, se hizo virtud”.

Le pregunto, como hago siempre en esta sección sobre librerías salvajes e iberoamericanas para Publisher’s Weekly en español, cuáles son los tres títulos más vendidos. Me responde que Museo de la soledad (Tropo), de Carlos Castán (“vivía por entonces en Huesca, era profesor de instituto y un referente de todos los que leían y escribían”); El juego del ángel (Planeta), de Carlos Ruiz Zafón (“un fenómeno editorial, creo que vendimos doscientos ejemplares el día de su lanzamiento”); y El infinito en un junco (Siruela), de Irene Vallejo (“delicada y maravillosa historia de los libros de una de nuestras escritoras más queridas”).

Aunque es una ciudad de menos de 60000 habitantes, sus índices de lectura son muy altos y su agenda cultural está en permanente estado de excitación. Sostienen la librería muchos lectores constantes y fieles, que  acuden a las actividades, encargan los libros que quieren leer si no los encuentran en el local y no se agobian si tardan unos días o unas semanas en llegar. “Nuestros clientes ideales no envían postales cuando viajan”, afirma Aniés. Los tiempos del viaje y del correo postal no son, por suerte, los de los algoritmos.

Durante la pandemia se han sentido apoyados tanto por esa red de clientes y amigos, que los han visitado y les han comprado libros en cuanto lo han permitido las restricciones sanitarias, como por “las administraciones, ha habido una sensibilidad en ayuntamientos, comunidades y gobierno central que no podemos negar”. Pero echan de menos la reuniones, “el taller de ganchillo que se reunía los sábados en el altillo de la librería, los clubes de lectura y los encuentros gastronómicos”. Tuve la suerte de visitar Anónima en compañía de Irene, que ha presentado todos sus libros en ella y que, aunque es de Zaragoza, con el éxito intergaláctico de El infinito en un junco se ha convertido en motivo de orgullo de toda la comunidad autónoma. De modo que mi percepción de la librería de Huesca no fue neutra, sino que estuvo condicionada por el cariño que recibía mi excepcional anfitriona. Pero algo me quedó claro: en aquella casa ni los libreros ni los lectores fieles, que no sólo acudieron a nuestra charla sino que también nos acompañaron a tomar unas tapas y unos vinos después, eran anónimos. Sino todo lo contrario.

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